martes, 30 de septiembre de 2008

El lugar

Repasando los diarios de José Pardo Sastrón en la obra de José María de Jaime Lorén, encuentro varias citas a otro libro: “Religiosidad popular en Torrecilla de Alcañiz”, de José Pascual Burgués” (Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 1989).
Antes de entrar en materia, el escolapio torrecillano, realiza en el capítulo primero de su libro una “Aproximación geográfico-histórica a Torrecilla de Alcañiz”. Bajo el epígrafe “el lugar”, Burgués escribió como primera consideración: “Torrecilla de Alcañiz es un municipio del Bajo Aragón turolense, ubicado en zona castellano-parlante y limitando al este y al sur con la franja de habla catalana”.
Es decir:
1º Torrecilla es una población del Bajo Aragón de Teruel puesto que, desde 1833, hay también pueblos bajoaragoneses en la provincia de Zaragoza.
2º Torrecilla es un pueblo “ubicado” en zona “castellano-parlante”, un detalle de identidad que el autor considera importante reseñar antes que ningún otro.
3º Es importante destacar el dato anterior por cuanto Torrecilla limita al este con Valjunquera y al sur con La Codoñera, dos poblaciones de habla catalana.
4º Por el este y el sur de Torrecilla, pues, pasa la “franja de habla catalana”. Es evidente que para Burgúes, castellano-parlante de Torrecilla, nada sospechoso de nada, el idioma que se habla en algunos de estos pueblos que circundan al suyo es el catalán.
Así piensa cualquiera que escribe libre de ciertos condicionamientos políticos o sociales, sólo movido por argumentos intelectuales.

Bulos

Salvador Pardo Sastrón (Torrecilla de Alcañiz, 1832-Valdealgorfa, 1888), hermano del afamado botánico José Pardo Sastrón, boticario como él, publicó en 1883 un libro titulado “Apuntes históricos de Valdealgorfa, su templo y sus cofradías”. Como apéndice al capítulo dedicado al templo parroquial, Salvador Pardo escribió una relación de los “señores vicarios o rectores perpetuos” de la parroquia de Valdealgorfa. Y en ella incluye al Dr. D. Ramón Mariano Juan Felipe Segura y Ruiz quien, víctima de un bulo aceptado por las gentes de su tiempo, murió desterrado en un pueblecito del sur de Francia.
Mosen Ramón nació en Peñarroya de Tastavins el 13 de septiembre de 1753. Concluidos sus estudios eclesiásticos con brillantez, fue propuesto para diversas dignidades del arzobispado de Zaragoza a las que renunció por ser párroco de su pueblo natal. En 1800 fue trasladado a la rectoría de Valdealgorfa en donde acogía todos los veranos a su amigo Fray Miguel de Santander, obispo auxiliar de la archidiócesis. Tras los sucesos del 2 de mayo de 1808, el prelado, tildado de afrancesado, se recluyó durante una larga temporada en la casa rectoral de mosen Ramón, su amigo, en Valdealgorfa.
A la llegada del mitrado a Valdealgorfa, “cundió por todo el pueblo y luego en el contorno”, según cuenta Salvador Pardo, que entre el equipaje del obispo se ocultaban veinte baúles, “repletos de caudales”, pertenecientes al mal llamado Príncipe de la Paz, el valido del Rey Carlos IV y amante de la Reina, Manuel Godoy, aliado de Napoleón.
El general Salinas, del Ejército del Ebro, invadió Valdealgorfa con mil soldados. Durante ocho días, las tropas cercaron la rectoría donde mantuvieron incomunicados al párroco y al prelado. Por más que requisaron, nada encontraron las tropas. Salvador Pardo asegura que el general del ejército español se retiró “convencido del engaño y hasta un tanto corrido de su credulidad”. A pesar de todo, “la falsa creencia de los baúles de Godoy, lejos de desvanecerse, se fue arraigando más y más”, añade Pardo Sastrón.
Como consecuencia de tal enredo, mosen Ramón huyó a Francia de donde regresó a Zaragoza. Desterrado de nuevo, murió suspirando regresar al Bajo Aragón. Pero de nadie logró licencia para volver. Olvidado, desprestigiado y exiliado, falleció en Pouzac, un pueblecito de las cercanías de Bagneres de Bigores, Altos Pirineos, en 1820.
Los bulos tienen estas consecuencias. Se extienden como la espuma. Y quien es víctima de los bulos no siempre logra desmentirlos. Igual que mosen Ramón, cualquier víctima de un infundio generalizado se puede ir a la tumba con él a cuestas.

lunes, 1 de septiembre de 2008

La expo eucarística

Yo tenía ocho años. En 1952, cuarenta antes de los Juegos Olímpicos, se celebró en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacional con todo el fervor y la pompa del nacional catolicismo de la España de Franco. Mi padre y mis dos hermanas mayores fueron a Barcelona y asistieron, bajo un sol de justicia, a todos las misas pontificales que presidió el legado pontificio del Papa Pío XII, el eminentísimo cardenal Federico Tedeschini.
Toda aquella España, oscura y muerta de silencio, peregrinó eucarísticamente a Barcelona puesto que por aquel entonces sólo estaba permitido asistir en cuerpo de agrupación, vecinal y aun familiar, a misa y al fútbol. Toda España aprendió y cantó el himno del Congreso, el “De rodillas, Señor, ante el sagrario que guarda cuanto queda de amor y de humildad”. Letra andaluza de José María Pemán y música vasca de Luis Aramburu.
Tengo todavía pendiente mi visita a la Expo Internacional de Zaragoza 2008. Siento pavor por las colas bajo el sol. Pero el verano está de retirada y la verdad es que esta muestra internacional ha dejado a Zaragoza, sobre todo allá por las hasta ahora inmundas riberas del Ebro, que no la conoce ni la madre que la parió.
No quisiera sentirme obligado a visitar la Expo por imperativo político-social, igual que en los años de los congresos marianos y eucarísticos, ahora que debemos disfrutar de libertad de movimientos, de expresión y de pensamiento. Visitaré la Expo pero con el firme propósito de no cansarme. Y, en el supuesto de que no vaya al meandro de Ranillas antes de que se clausure la muestra internacional, espero que nadie me señale con el dedo como en otros tiempos se señaló a quienes, descreídos y desafectos al régimen político confesional, tuvieron el atrevimiento de no asistir al Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona.