miércoles, 22 de julio de 2009

Cuestiones sueltas

Ramón Mur

La canícula y algunos otros motivos más personales me han provocado una pereza para escribir que ha sido la causa de mi desatención temporal al blog ‘Entre páginas’. Tras el paréntesis no del todo justificado, intentaré recuperar el tiempo perdido. Y, para empezar, he decidido escribir un primer bloque de retorno con algunas cuestiones sueltas sobre la actualidad del Bajo Aragón tal como yo la observo.


LO JOSÉ MIGUEL JA ESTÁ PER ACÍ
José Miguel Gracia, presidente de la Associació Cultural del Matarraña (ASCUMA), excelente prosista, inspirado poeta y entrañable amigo, carece, por fortuna para todos, de la mínima pereza ante el ordenador y a todas horas escribe de cuanto hace y le rodea, lo mismo en su blog personal que en los medios de comunicación. José Miguel se ha convertido, a estas alturas otoñales de su vida, en un insuperable cronista que cuenta y comenta todo cuanto vive y observa. Su crónica en catalán sobre el reciente viaje que ha realizado a Nueva York fue una delicia. De espíritu relativista y desmitificador aun del mito más insignificante, José Miguel comenzó la crónica del viaje con la observación de que hoy viajar a los Estados Unidos ha dejado de ser una novedad sorprendente. Resulta que en la calle, en el banco donde fue a cambiar moneda, en su antiguo puesto de trabajo, en todas partes, se encontró con alguien que, como él, iba o, si no, venía de Nueva York.
Y en la “ciutat dels gratacels”, el presidente de ASCUMA se vio atacado de una molesta tortícolis de tanto poner los ojos en alto para contemplar rascacielos. “Sempre és troba un altre (gratacel) de més gran”, comenta en su crónica. Y es que José Miguel, cosmopolita por convicción, ciudadano feliz de Barcelona, no dejará jamás de ser del “lloc” de La Codoñera en el que nació.

LA GUERRA DE IRAK Y LA CRISIS
José Miguel, que se ha ganado la vida como economista que es, además de excelente escritor, por más premios literarios que acumule, ha publicado hace pocos días un artículo en Diario de Teruel, titulado “Confianza e imaginación”. José Miguel considera que, en estos momentos de supuesta desbocada crisis económica, no se trata “de producir más y mejor, ¡no! El problema de las empresas es que no venden lo que producen”. Es decir, que lo importante no es producir más sino saber vender mejor lo que ya se produce. Y Gracia insiste en que “lo más necesario en el momento presente, es el aportar confianza, no solamente en el aparato productivo, sino a la sociedad en general”. Y su conclusión no puede ser más contundente: “Si la crisis dura y dura es porque se aprovecha para la contienda política, para vender más periódicos e información, para pedir ayudas a los gobiernos, para culpar al otro de los males propios, para esconder los pecados del sistema político y económico y para hablar de lo que no saben aquellos que más hablan”.
La moraleja que extrae de las reflexiones de Gracia un lego en asuntos económicos como quien escribe es: “ No te creas todo lo que se dice de la crisis económica porque puede pasar como ocurrió con la guerra de Irak, que nos decían que existían tantas y tantas toneladas de armas de destrucción masiva y luego todo resultó ser una burda mentira”.

UNA LEY DE MÍNIMOS

He recibido en mi correo electrónico el texto íntegro de la proposición de Ley de lenguas presentada por el grupo socialista en las Cortes de Aragón. Después de imprimirlo en 17 folios y tras la primera lectura subrayada lo menos que puedo observar es que se trata, al menos para muchos aragoneses que defendemos el derecho a cultivar los idiomas minoritarios de nuestra tierra, de una ley de mínimos. El texto reconoce que uno de los idiomas que se habla en Aragón es el catalán y también muchos pensamos que es lo menos que cabía esperar. Pero existen demasiadas carencias en cuanto a la enseñanza y la cooficialidad, que no se reconoce, del catalán y del aragonés “en las zonas de uso histórico predominante”, según expresión reiterada hasta la saciedad en el texto del proyecto. La esperanza de que los defectos manifiestos de la ley se puedan subsanar reside en la competencia y operatividad que pueda tener el Consejo Superior de las Lenguas Aragón, integrado por 15 miembros, y que habrá de crearse en la forma que dispondrá la propia ley cuando entre en vigor.
Lo importante, en todo caso, es que, al fin, después de un cuarto de siglo de autonomía aragonesa, al fin dispondremos de una ley prevista en la Constitución y en los dos textos que ha tenido nuestro Estatuto de Autonomía, el de 1983 y el de 2007. La proposición ha llegado como tal de manos de uno de los dos grupos que sustentan al Gobierno de coalición. No se trata, por tanto, como ya se esperaba, por otra parte, de un proyecto de Ley del Ejecutivo autónomo en su conjunto. Pero no hay que asustarse. El PSOE y el PAR lo tienen todo atado y bien atado, pactado y bien pactado. Marcelino Iglesias ha consentido que esto llegara al Parlamento aragonés sólo como parte del Gobierno que preside porque así los alcaldes y militantes del PAR, tan enrocados como están en contra del catalán, pueden quedar tranquilos puesto que el borrador legal remitido a las Cortes no tiene autoría parista sino sólo socialista. Pero el debate y aprobación de la futura Ley de Lenguas en las Cortes va a resultar cuestión mucho más ágil y menos problemática de lo que en un principio cabía esperar. Porque el PSOE y el PAR lo han pactado todo antes de que los socialistas remitieran el texto a la Cámara autonómica. Es más que posible que el PAR vote a favor de la mayoría de los artículos de la futura ley, que se abstenga en alguno y que no vote en contra de ninguno. Marcelino Iglesias y José Ángel Biel, con la de problemas que tiene Aragón en tantos otros frentes políticos institucionales, han decidido pactar bajo mínimos este asunto que para muchos aragoneses no deja de ser “una cuestión menor”. Sobre todo, claro, para los que nunca han hablado más idioma que el castellano.

ELECCIONES ANTICIPADAS COMO DEPURACIÓN POLÍTICA

María Victoria Pinilla, la alcaldesa de La Muela, ya está en su casita, en libertad bajo el pago de una fianza de 800.000 € de nada. El caso Gürtell y la declaración del tesorero Bárcenas del PP ante el Supremo aquí están ocultando la sospecha de corrupción y desatino político institucional que planea a todas horas sobre la sociedad aragonesa. El desencanto es tal que en todas partes y a todas horas escucha uno eso de que “yo ya no voy a votar a nadie”. Al margen de la latente sospecha de corrupción, Aragón vive uno de sus peores momentos. El pacto PSOE-PAR, la era Iglesias-Biel, que trajo la tan cacareada estabilidad gubernamental a esta tierra y terminó con la dinámica de constantes relevos en la presidencia del Ejecutivo del Pignatelli, hace hoy aguas por todas partes, al menos a los ojos de la mayoría de los aragoneses. La ya legendaria forma serena y tranquila de gobernar de Marcelino Iglesias ha dejado de ser una virtud política para convertirse en un defecto, en una manera parsimoniosa de gestionar nuestra vida pública e institucional que resulta insufrible.
Por eso, ahora que el Estatuto de Autonomía de Aragón, reformado en 2007, concede al presidente la atribución de disolver las Cortes y convocar elecciones aragonesas en el momento que le parezca oportuno, lo mejor sería que Marcelino Iglesias disolviera el Parlamento de la Aljafería en el otoño o invierno próximos y convocara elecciones en Aragón en la primavera de 2010 a más tardar, sin esperar a la de 2011. No se solucionarían así todos los problemas que Aragón tiene por resolver. Seguro que no. Pero al menos podría recuperarse algo de la estima perdida por su autonomía entre los aragoneses porque le daría mayor prestancia y serviría para conocer, separadas las elecciones autonómicas de las municipales, el auténtico nivel autonómico de los aragoneses. En definitiva, serviría para saber si el futuro de Aragón está, lo mismo que ocurre en otras comunidades autónomas, en el bipartidismo PP-PSOE porque los partidos de ámbito exclusivamente aragonés siguen en proceso decreciente o, por el contrario, los aragoneses siguen mirando al futuro en clave verdaderamente autonómica.

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