miércoles, 10 de marzo de 2010

Ajo crudo con aceite de oliva, excelente aperitivo

Ramón Mur

Al hilo del artículo de Darío Vidal, se me ha ocurrido contar que desde hace meses, el aperitivo de mi comida del mediodía es un diente de ajo troceado y aliñado con aceite de oliva virgen extra del Bajo Aragón, por descontado. Se sirve el ajo en un diminuto platillo de jícara de café. Así lo tomó toda su vida mi padre. Yo no lo había hecho antes, pero ahora imito a mi progenitor y me sienta muy bien.

Esto del ajo no lo hago por creencia o increencia alguna, con arreglo a las recetas teológicas del libro que recomienda Darío. Sólo me preocupa saber si mi aliento incomoda más que antes a quienes me rodean, por ejemplo a mis condiscípulos/as en las clases de caligrafía a las que estoy aistiendo los lunes y miércoles de este mes de marzo. Por lo que pueda pasar, procuro rociarme antes con la colonia que acostumbro a comprar en Gilca, una droguería de Zaragoza donde se encuentra desde veneno para los ratones de la casa del pueblo hasta perfectas imitaciones en barato de los más afamados perfumes de señora.

Pero, de verdad, recomiendo el ajo crudo como aperitivo. Hay quien además del aceite añade unas gotitas de limón, pero no es imprescindible.

1 comentario:

M.S. dijo...

Me has dejado impresionada con lo del ajo crudo Ramón. Me recuerdas a Mosén León, que toda la vida tomó ajo y lo recomendó a todos los vecinos para conservar una buena salud. Lo que me deja sorprendida es que digas que lo haces para ver la sensación que causa en tus compañeros de clase. ¡No me gustaría estar a tu lado! y a saber la colonia que te poner si la compras en una tienda donde también se encuentra matarratas.JAJAJAJA
UN BESO