Ramón Mur
(Conferencia pronunciada el 19 de mayo en La Codonyera, en el marco de las Jornadas del Libro organizadas por la Escuela de Adultos de esta localidad)
I.- La experiencia del escritor de narrativa.
Antes de nada, permitidme decir dos palabras sobre mi experiencia como escritor de narrativa y en relación con estas tierras del Mezquín.
Es imprescindible leer mucho para escribir algo. Leer como trabajo de inspiración para escribir. Toda prosa narrativa es poética, en buena parte. Ejemplo: No es lo mismo escribir “era un hombre de paz” que “llevaba la paz grabada en el semblante”.
De ahí la importancia de que se alfabetice en las dos lenguas que se hablan en estos pueblos: si nuestros hijos leen mucho en los dos idiomas que conocen, escribirán en los dos. Pero incluso, en estos tiempos de escasa alfabetización, por no decir nula, en el catalán de los pueblos del Mezquín, cualquier escritor castellano nacido en ellos, acabará por escribir también en su lengua materna, como es el caso de mi admirado amigo José Miguel Gracia, de La Codonyera. No valoramos suficientemente la trascendencia de disfrutar entre nosotros de intelectuales como José Miguel Gracia, Atur Quintana y su mujer, Sigrid von der Twer. Quintana escribió de Gracia: “ha sabut donar veu a la gent del Mesquí”. Quintana, digo yo, “ha sabut comprometre a molta gent en la defensa del nostre catalá”. Por eso, entre paréntesis, diré que es para mi un honor intervenir en estas jornadas en el “mig”, entre Gracia y Quintana.
II.- Abundante bibliografía sobre los pueblos del Mezquín.
La bibliografía de todo género sobre los pueblos del Mezquín es muy abundante. He traído dos ejemplos de historiografía contemporánea: El tomo 5 de la primera edición del ‘Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar” de Pascual Madoz (1847). En este volumen, páginas 502-503, aparece la voz Codoñera (La). De este pueblo dice el Madoz que “en su radio se encuentran algunos montes enteramente pelados, si bien en otros tiempos tuvieron bastantes pinos; y por el S, a la distancia de ½ hora, cruza el riach. Mezquín, que nace en el térm. de Belmonte y Cerollera, de algunos manantiales y pequeñas fuentes que se agregan en su curso, desaguando luego en el r. Guadalope. El TERRENO casi todo es llano, pues únicamente se ven algunas sinuosidades que también se cultivan en cuanto es posible; las tierras cultivadas que serán de unas 900 cahizadas, se dividen en 3 clases, de la manera siguiente: 200 de la primera, 300 de la segunda y restantes de la tercera. Los CAMINOS son locales y de herradura, exceptuando los que conducen á Castelserás y Torrecilla por los que van carros, su estado es regular”.
El segundo ejemplo es el tomo II de la obra de Antonio Pirala ‘Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y Carlista’ (1868, reedición de 1984). El 12 de enero de 1835 el jefe de las tropas isabelinas o del Gobierno dictó en Belmonte fuertes instrucciones contra los carlistas en las que se solicitaba la colaboración de los vecinos de todos los pueblos. Por dichas instrucciones “se ordenaba que las justicias de la izquierda del Guadalope enviasen sus partes Calanda, y los de la derecha de dicho río a Belmonte” (página 57).
III.- Menos abundantes son los ejemplos de novela ambientada en el Mezquín.
Todo lo que se escribió en narrativa ambientada en estos pueblos hasta hace 20 años, salvo ejemplos como el del notario de La Codonyera, que puso ayer Gracia, fue escrito en CASTELLANO.
Hay que decir que hasta principios del siglo XX en estos pueblos bilingües sólo se hablaba en una lengua, el catalán. El castellano, como el latín, lo cultivaban las pocas personas que sabían leer y escribir, pero el pueblo llano apenas lo entendía. Los dances y los versos festivos los componían principalmente en castellano las personas cultas, clérigos por lo general, y los interpretaban gentes del pueblo llano que apenas entendían lo que decían en aquellas representaciones teatrales, muy similares a los autos sacramentales.
En este sentido, cabe citar algunos ejemplos: Juan Sobrarias cuando pronunció en 1506 su discurso en alabanza de Alcañiz, su pueblo, no tuvo reparo en decir que “ya sé que mis paisanos no me han entendido” porque dictó su conferencia en latín. Hasta hace poco se contaba por estos pueblos la anécdota de la reunión de alcaldes con el Gobernador Civil: “me voy a joder el campo”, dijo uno de los asistentes porque apenas sabía hablar en castellano. O esa otra del Arzobispo de Zaragoza, Casimiro Morzillo”, al que un lugareño le dijo: “lo que tiene que hacer usted es venir más (a) sovint”.
Hasta bien entrado el siglo XX, al menos hasta la guerra civil, la oratoria sagrada de los sacerdotes y religiosos predicadores, que se hacía por descontado en castellano, apenas era entendida por la gente que sólo alcanzaba a comprender los anatemas y condenas por el pecado o las alabanzas por la salvación y la santificación que obtenían en esta tierra las personas de santo comportamiento. Pero ni los latines de los predicadores ni los de la Biblia Vulgata eran entendidos por el pueblo llano. Unamuno decía que en un país tan católico como España el único contacto con las Sagradas Escrituras era el físico porque, al tiempo de la primera comunión, le metían al comulgante una edición en miniatura de los santos evangelios dentro de una faldriquera. Esas escenas que vemos en las películas del Oeste Americano, en las que la familia se sienta a la mesa y un miembro lee un pasaje de la Biblia, responden a una costumbre protestante. Los católicos, sobre todo en España, jamás tuvieron la oportunidad de leer en castellano, en su lengua vernácula, ningún texto bíblico, ni del Antiguo ni del Nuevo Testamento, hasta muy adentrado el siglo XX.
En este contexto, pues, no es de extrañar que los ejemplos de novela ambientada en los pueblos del Mezquín fueran muy escasos y siempre escritos en castellano, único idioma en el que había personas, aunque muy pocas, que sabían leer y escribir.
IV Ejemplos de novela ambientada en el Mezquín.
(Conferencia pronunciada el 19 de mayo en La Codonyera, en el marco de las Jornadas del Libro organizadas por la Escuela de Adultos de esta localidad)
I.- La experiencia del escritor de narrativa.
Antes de nada, permitidme decir dos palabras sobre mi experiencia como escritor de narrativa y en relación con estas tierras del Mezquín.
Es imprescindible leer mucho para escribir algo. Leer como trabajo de inspiración para escribir. Toda prosa narrativa es poética, en buena parte. Ejemplo: No es lo mismo escribir “era un hombre de paz” que “llevaba la paz grabada en el semblante”.
De ahí la importancia de que se alfabetice en las dos lenguas que se hablan en estos pueblos: si nuestros hijos leen mucho en los dos idiomas que conocen, escribirán en los dos. Pero incluso, en estos tiempos de escasa alfabetización, por no decir nula, en el catalán de los pueblos del Mezquín, cualquier escritor castellano nacido en ellos, acabará por escribir también en su lengua materna, como es el caso de mi admirado amigo José Miguel Gracia, de La Codonyera. No valoramos suficientemente la trascendencia de disfrutar entre nosotros de intelectuales como José Miguel Gracia, Atur Quintana y su mujer, Sigrid von der Twer. Quintana escribió de Gracia: “ha sabut donar veu a la gent del Mesquí”. Quintana, digo yo, “ha sabut comprometre a molta gent en la defensa del nostre catalá”. Por eso, entre paréntesis, diré que es para mi un honor intervenir en estas jornadas en el “mig”, entre Gracia y Quintana.
II.- Abundante bibliografía sobre los pueblos del Mezquín.
La bibliografía de todo género sobre los pueblos del Mezquín es muy abundante. He traído dos ejemplos de historiografía contemporánea: El tomo 5 de la primera edición del ‘Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar” de Pascual Madoz (1847). En este volumen, páginas 502-503, aparece la voz Codoñera (La). De este pueblo dice el Madoz que “en su radio se encuentran algunos montes enteramente pelados, si bien en otros tiempos tuvieron bastantes pinos; y por el S, a la distancia de ½ hora, cruza el riach. Mezquín, que nace en el térm. de Belmonte y Cerollera, de algunos manantiales y pequeñas fuentes que se agregan en su curso, desaguando luego en el r. Guadalope. El TERRENO casi todo es llano, pues únicamente se ven algunas sinuosidades que también se cultivan en cuanto es posible; las tierras cultivadas que serán de unas 900 cahizadas, se dividen en 3 clases, de la manera siguiente: 200 de la primera, 300 de la segunda y restantes de la tercera. Los CAMINOS son locales y de herradura, exceptuando los que conducen á Castelserás y Torrecilla por los que van carros, su estado es regular”.
El segundo ejemplo es el tomo II de la obra de Antonio Pirala ‘Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y Carlista’ (1868, reedición de 1984). El 12 de enero de 1835 el jefe de las tropas isabelinas o del Gobierno dictó en Belmonte fuertes instrucciones contra los carlistas en las que se solicitaba la colaboración de los vecinos de todos los pueblos. Por dichas instrucciones “se ordenaba que las justicias de la izquierda del Guadalope enviasen sus partes Calanda, y los de la derecha de dicho río a Belmonte” (página 57).
III.- Menos abundantes son los ejemplos de novela ambientada en el Mezquín.
Todo lo que se escribió en narrativa ambientada en estos pueblos hasta hace 20 años, salvo ejemplos como el del notario de La Codonyera, que puso ayer Gracia, fue escrito en CASTELLANO.
Hay que decir que hasta principios del siglo XX en estos pueblos bilingües sólo se hablaba en una lengua, el catalán. El castellano, como el latín, lo cultivaban las pocas personas que sabían leer y escribir, pero el pueblo llano apenas lo entendía. Los dances y los versos festivos los componían principalmente en castellano las personas cultas, clérigos por lo general, y los interpretaban gentes del pueblo llano que apenas entendían lo que decían en aquellas representaciones teatrales, muy similares a los autos sacramentales.
En este sentido, cabe citar algunos ejemplos: Juan Sobrarias cuando pronunció en 1506 su discurso en alabanza de Alcañiz, su pueblo, no tuvo reparo en decir que “ya sé que mis paisanos no me han entendido” porque dictó su conferencia en latín. Hasta hace poco se contaba por estos pueblos la anécdota de la reunión de alcaldes con el Gobernador Civil: “me voy a joder el campo”, dijo uno de los asistentes porque apenas sabía hablar en castellano. O esa otra del Arzobispo de Zaragoza, Casimiro Morzillo”, al que un lugareño le dijo: “lo que tiene que hacer usted es venir más (a) sovint”.
Hasta bien entrado el siglo XX, al menos hasta la guerra civil, la oratoria sagrada de los sacerdotes y religiosos predicadores, que se hacía por descontado en castellano, apenas era entendida por la gente que sólo alcanzaba a comprender los anatemas y condenas por el pecado o las alabanzas por la salvación y la santificación que obtenían en esta tierra las personas de santo comportamiento. Pero ni los latines de los predicadores ni los de la Biblia Vulgata eran entendidos por el pueblo llano. Unamuno decía que en un país tan católico como España el único contacto con las Sagradas Escrituras era el físico porque, al tiempo de la primera comunión, le metían al comulgante una edición en miniatura de los santos evangelios dentro de una faldriquera. Esas escenas que vemos en las películas del Oeste Americano, en las que la familia se sienta a la mesa y un miembro lee un pasaje de la Biblia, responden a una costumbre protestante. Los católicos, sobre todo en España, jamás tuvieron la oportunidad de leer en castellano, en su lengua vernácula, ningún texto bíblico, ni del Antiguo ni del Nuevo Testamento, hasta muy adentrado el siglo XX.
En este contexto, pues, no es de extrañar que los ejemplos de novela ambientada en los pueblos del Mezquín fueran muy escasos y siempre escritos en castellano, único idioma en el que había personas, aunque muy pocas, que sabían leer y escribir.
IV Ejemplos de novela ambientada en el Mezquín.
Ante todo, hay que tomar los pueblos del Mezquín insertados en el Bajo Aragón y en el Maestrazgo de las guerras carlistas del siglo XIX.
Braulio Foz: ‘Vida de Pedro Saputo’. Aunque ambientada en el Aragón de su época y no en el Bajo Aragón, algunos expertos en Foz consideran que ciertos sucesos de la vida de Pedro Saputo son recuerdos de la infancia del autor de la novela, nacido en Fórnoles, población limítrofe con las del Mezquín. Además, conviene recordar que el joven Braulio Foz tradujo del latín al castellano la carta de Puebla o de Población de la vecina localidad de Bellmunt, de 1232.
Ciro Bayo(1860-1939): “Con Dorregaray, una correría por el Maestrazgo” (1912). La correría corresponde al año 1875, última guerra carlista, y apenas toca algunas localidades carcanas al Bajo Aragón y otras directamente bajoaragonesas, como Morella, Castellote o Valderrobres.
Valle Inclán: escritor de la generación del 98, muy interesado en las Guerras Carlistas, adentró por tierras bajoaragonesas en ‘El ruedo ibérico’.
Pérez Galdós. Su novela ‘La Campaña del Maestrazgo’ es el número 25 de sus 46 Episodios Nacionales. Toda la acción transcurre hacia 1836, primera guerra carlista, en los pueblos bajoaragoneses del Mezquín. La Codonyera, Belmonte, Torrevelilla, Torrecilla y Valdealgorfa, además de Alcañiz, ciudad de la que hace una excelente descripción, aparecen en varios pasajes de la obra. Benito Pérez Galdós sabe del bilingüismo de estos pueblos del Mezquín y en un momento le hace exclamar a uno de sus personajes: “Per asi, fills meus... Seguidme... Els destrozarem... ¡Viva Carlos V! ¡Mueran eixos pillos, cobards!...”
Pío Baroja: ‘La venta de Mirambel’ . Pío Baroja viajó al Maestrazgo y el Bajo Aragón hacia 1930, año en el que publicó esta novela perteneciente a su serie sobre ‘Avinareta, un hombre de acción’. Baroja conoció Morella, Cantavieja, Mirambel, claro está, pero también Peñarroja de Tastavins, Valderrobres, Alcañiz y otras poblaciones. Algunos párrafos, como éstos que yo he escogido, son fiel reflejo de las sensaciones que Baroja recibió de estas tierras:
“En estos lugares, secos, altos, de aire puro y limpio, el resplandor de los astros está lleno de fulgores”.
“Los montes grises brillan desnudos y desolados, el viento silba en la cañada, las lechuzas pasan revoloteando sobre el camino lanzando su grito estridente y algún perro ladra furioso a la luna”
“Cuando la meseta baja al Mediterráneo, comienza la tierra a cambiar y con ella el aspecto de los pueblos; se blanquean las casas, se les ponen franjas azules debajo de los aleros, aparecen las azoteas, deja de reinar el castellano y se empieza a hablar el valenciano”.
“El Maestrazgo se halla en el límite de las dos influencias, la de la meseta y la del mar, la castellana y la valenciana. Mirambel se encuentra en la frontera de esta zona en la parte castellana, Morella en la valenciana”.
“En algunos pueblos del Bajo Aragón se habla ya valenciano. Las dos lenguas, la del centro y la de levante, el castellano y el valenciano, como todos los dialectos latinos, se pueden mezclar con facilidad y dar diversos productos híbridos con distintos matices. No ocurre lo mismo con el vasco que no puede mezclarse con el castellano ni con el francés y la frontera suya con los idiomas latinos está cortada a pico y no da productos híbridos”,
Ramón J. Sender: ‘Crónica del Alba’. No es, desde luego, una novela ambientada en el Mezquín. Sin embargo, la principal obra de Sender se desarrolla en escenarios bajoaragoneses como Alcañiz y debe ser mencionada aquí.
V.- Ejemplos más recientes:
Juan José Mir (Aguaviva, 1877-Murcia, 1953),: ‘Grivas y tordos’. Novela costumbrista de un maestro nacional en La Canyada de Verich entre 1907 y 1915, editada por primera vez por el Instituto Cultural del Bajo Aragón (ICBA) en 2005.
En narrativa, novela, crónicas y viajes, artículos de prensa recopilados existen otros numerosos ejemplos de autores y obras sobre los que destaca Darío Vidal Llisterri, autor, entre otros títulos, de ‘Harina de este costal’ (Centro de Estudios Bajoaragoneses, 1996). Darío, bajo el título ‘La Virgen de Pío Membrado’, dejó escrito en este libro:
“Me hallaba intentando caracterizar lo que a Teruel singulariza por encargo de una editorial foránea y meditaba yo en la disparidad de sus tierras y sus talantes, y también en lo que tienen en común que es a mi juicio un inabarcable misterio y un cierto hermetismo que sus habitantes no se esfuerzan en disipar.
“Pensaba yo, no sé si ustedes opinarán lo mismo, que aparte de Mora de Rubielos que no sé por qué, y ahora me percato, no nombré a pesar de su singular encanto, Teruel, Albarraciín y Alcañiz comulgan en el sacramento del misterio y pienso si no será por influencia de hospitalarios, santiaguistas, templarios y calatravos.
“Decía pues que estaba empeñado en explicar y explicarme lo peculiar de estas tierras dispares que agrupa la provincia cuando vino a añadir turbación y perplejidad la llamada de un amigo. Ramón Mur me invitaba a comer en su casa de Belmonte y a hacerme el impagable obsequio de su novela ‘Sadurija’, inspirada en la vida del regeneracionista bajoaragonés don Juan Pío Membrado, fundándose en su documentación personal y pensada y escrita precisamente en la casa en que aquel nació y murió entre 1851 y 1923.
“Vi allí con contenida emoción el despacho y la mesa de trabajo tal como los dejó, la recatada alcoba en que yació por última vez y el patio empedrado con guijarros del Mezquín tras la hermosa puerta dovelada por entre las grietas de cuyas hojas se colaba la agria luz del mediodía, ya que Ramón ha tenido el buen gusto de conservar la vieja y gastada tablazón.
“Pero antes de llegar a los suntuosos salones dieciochescos de la planta noble llenos de hechizo, vi con los amigos que nos acompañaban algo que nos dejó apenas con aliento: la imagen yacente de una Virgen de tamaño natural momentos antes de su asunción a los cielos, tendida en el lecho bajo un dosel de vetusta madera policromada y seda antigua, en una estancia próxima al zaguán, que por especial privilegio posee y alberga la familia todo el año excepto el quince de agosto que sale en procesión. Y en el pequeño recinto dispuesto como para un velatorio, con luz discreta y olor a incienso y a mortaja, nos sentimos transportados a un ámbito sin tiempo y embargados por un inefable sentimiento tan pronto como Ramón abrió de par en par, muy lentamente, las hojas de la noble puerta de cuarterones taraceados.
“En un palacio infanzón de Belmonte de Mezquín, hoy le dicen de San José, en el Bajo Aragón, se repetía la escena de los Amantes yacentes en el sepulcro de Juan de Avaloz. Y uno entiende que no entiende esta tierra. Porque es difícil comprender a unos hombres que extraen energía para vivir de la familiaridad perpetua con la muerte”.
Sobre narrativa y novela existen otros autores en la actualidad con temas sobre el Mezquín como Raúl Vallés e investigadores de la historia local como Miguel Sanz y José Ramón Molins.
VI.- Mis tres novelas.
Braulio Foz: ‘Vida de Pedro Saputo’. Aunque ambientada en el Aragón de su época y no en el Bajo Aragón, algunos expertos en Foz consideran que ciertos sucesos de la vida de Pedro Saputo son recuerdos de la infancia del autor de la novela, nacido en Fórnoles, población limítrofe con las del Mezquín. Además, conviene recordar que el joven Braulio Foz tradujo del latín al castellano la carta de Puebla o de Población de la vecina localidad de Bellmunt, de 1232.
Ciro Bayo(1860-1939): “Con Dorregaray, una correría por el Maestrazgo” (1912). La correría corresponde al año 1875, última guerra carlista, y apenas toca algunas localidades carcanas al Bajo Aragón y otras directamente bajoaragonesas, como Morella, Castellote o Valderrobres.
Valle Inclán: escritor de la generación del 98, muy interesado en las Guerras Carlistas, adentró por tierras bajoaragonesas en ‘El ruedo ibérico’.
Pérez Galdós. Su novela ‘La Campaña del Maestrazgo’ es el número 25 de sus 46 Episodios Nacionales. Toda la acción transcurre hacia 1836, primera guerra carlista, en los pueblos bajoaragoneses del Mezquín. La Codonyera, Belmonte, Torrevelilla, Torrecilla y Valdealgorfa, además de Alcañiz, ciudad de la que hace una excelente descripción, aparecen en varios pasajes de la obra. Benito Pérez Galdós sabe del bilingüismo de estos pueblos del Mezquín y en un momento le hace exclamar a uno de sus personajes: “Per asi, fills meus... Seguidme... Els destrozarem... ¡Viva Carlos V! ¡Mueran eixos pillos, cobards!...”
Pío Baroja: ‘La venta de Mirambel’ . Pío Baroja viajó al Maestrazgo y el Bajo Aragón hacia 1930, año en el que publicó esta novela perteneciente a su serie sobre ‘Avinareta, un hombre de acción’. Baroja conoció Morella, Cantavieja, Mirambel, claro está, pero también Peñarroja de Tastavins, Valderrobres, Alcañiz y otras poblaciones. Algunos párrafos, como éstos que yo he escogido, son fiel reflejo de las sensaciones que Baroja recibió de estas tierras:
“En estos lugares, secos, altos, de aire puro y limpio, el resplandor de los astros está lleno de fulgores”.
“Los montes grises brillan desnudos y desolados, el viento silba en la cañada, las lechuzas pasan revoloteando sobre el camino lanzando su grito estridente y algún perro ladra furioso a la luna”
“Cuando la meseta baja al Mediterráneo, comienza la tierra a cambiar y con ella el aspecto de los pueblos; se blanquean las casas, se les ponen franjas azules debajo de los aleros, aparecen las azoteas, deja de reinar el castellano y se empieza a hablar el valenciano”.
“El Maestrazgo se halla en el límite de las dos influencias, la de la meseta y la del mar, la castellana y la valenciana. Mirambel se encuentra en la frontera de esta zona en la parte castellana, Morella en la valenciana”.
“En algunos pueblos del Bajo Aragón se habla ya valenciano. Las dos lenguas, la del centro y la de levante, el castellano y el valenciano, como todos los dialectos latinos, se pueden mezclar con facilidad y dar diversos productos híbridos con distintos matices. No ocurre lo mismo con el vasco que no puede mezclarse con el castellano ni con el francés y la frontera suya con los idiomas latinos está cortada a pico y no da productos híbridos”,
Ramón J. Sender: ‘Crónica del Alba’. No es, desde luego, una novela ambientada en el Mezquín. Sin embargo, la principal obra de Sender se desarrolla en escenarios bajoaragoneses como Alcañiz y debe ser mencionada aquí.
V.- Ejemplos más recientes:
Juan José Mir (Aguaviva, 1877-Murcia, 1953),: ‘Grivas y tordos’. Novela costumbrista de un maestro nacional en La Canyada de Verich entre 1907 y 1915, editada por primera vez por el Instituto Cultural del Bajo Aragón (ICBA) en 2005.
En narrativa, novela, crónicas y viajes, artículos de prensa recopilados existen otros numerosos ejemplos de autores y obras sobre los que destaca Darío Vidal Llisterri, autor, entre otros títulos, de ‘Harina de este costal’ (Centro de Estudios Bajoaragoneses, 1996). Darío, bajo el título ‘La Virgen de Pío Membrado’, dejó escrito en este libro:
“Me hallaba intentando caracterizar lo que a Teruel singulariza por encargo de una editorial foránea y meditaba yo en la disparidad de sus tierras y sus talantes, y también en lo que tienen en común que es a mi juicio un inabarcable misterio y un cierto hermetismo que sus habitantes no se esfuerzan en disipar.
“Pensaba yo, no sé si ustedes opinarán lo mismo, que aparte de Mora de Rubielos que no sé por qué, y ahora me percato, no nombré a pesar de su singular encanto, Teruel, Albarraciín y Alcañiz comulgan en el sacramento del misterio y pienso si no será por influencia de hospitalarios, santiaguistas, templarios y calatravos.
“Decía pues que estaba empeñado en explicar y explicarme lo peculiar de estas tierras dispares que agrupa la provincia cuando vino a añadir turbación y perplejidad la llamada de un amigo. Ramón Mur me invitaba a comer en su casa de Belmonte y a hacerme el impagable obsequio de su novela ‘Sadurija’, inspirada en la vida del regeneracionista bajoaragonés don Juan Pío Membrado, fundándose en su documentación personal y pensada y escrita precisamente en la casa en que aquel nació y murió entre 1851 y 1923.
“Vi allí con contenida emoción el despacho y la mesa de trabajo tal como los dejó, la recatada alcoba en que yació por última vez y el patio empedrado con guijarros del Mezquín tras la hermosa puerta dovelada por entre las grietas de cuyas hojas se colaba la agria luz del mediodía, ya que Ramón ha tenido el buen gusto de conservar la vieja y gastada tablazón.
“Pero antes de llegar a los suntuosos salones dieciochescos de la planta noble llenos de hechizo, vi con los amigos que nos acompañaban algo que nos dejó apenas con aliento: la imagen yacente de una Virgen de tamaño natural momentos antes de su asunción a los cielos, tendida en el lecho bajo un dosel de vetusta madera policromada y seda antigua, en una estancia próxima al zaguán, que por especial privilegio posee y alberga la familia todo el año excepto el quince de agosto que sale en procesión. Y en el pequeño recinto dispuesto como para un velatorio, con luz discreta y olor a incienso y a mortaja, nos sentimos transportados a un ámbito sin tiempo y embargados por un inefable sentimiento tan pronto como Ramón abrió de par en par, muy lentamente, las hojas de la noble puerta de cuarterones taraceados.
“En un palacio infanzón de Belmonte de Mezquín, hoy le dicen de San José, en el Bajo Aragón, se repetía la escena de los Amantes yacentes en el sepulcro de Juan de Avaloz. Y uno entiende que no entiende esta tierra. Porque es difícil comprender a unos hombres que extraen energía para vivir de la familiaridad perpetua con la muerte”.
Sobre narrativa y novela existen otros autores en la actualidad con temas sobre el Mezquín como Raúl Vallés e investigadores de la historia local como Miguel Sanz y José Ramón Molins.
VI.- Mis tres novelas.
Puesto que se me pide que, al hilo de mi exposición sobre la novela ambientada en el Mezquín, me refiera a mis novelas que están, es cierto, directa o indirectamente, implícita o explícitamente, escenificadas en estos pueblos del valle del Mezquín, del Bajo Aragón, diré dos palabras sobre ‘Sadurija, anales secretos de la casa Membrado’, ‘Genuino de la tierra’ y ‘Huellas de herradura’.
‘Sadurija, anales secretos de la casa Membrado’ (Alcañiz, Centro de Estudios Bajoaragoneses, 1990) es una novela ambientada en el Bajo Aragón y pueblos del Mezquín desde Bellmunt siguiendo las huellas de los Membrado que tuvieron una gran influencia en toda la tierra desde mediados del siglo XVII hasta el primer tercio del siglo XX. De ella escribió Antón Castro en 1997 que es “la crónica de una familia aragonesa desde el siglo XVIII hasta principios de nuestro siglo, elaborada a través de materiales documentales de primera mano, a los que Mur les saca un gran partido porque mezcla a la perfección el peso de la historia, la narración estricta y un excelente conocimiento del paisaje. Sin duda es uno de los grandes libros del Bajo Aragón: la novela de una saga que llegará a detentar una modesta parcela de poder: la tierra y la iglesia. Ramón Mur halló en los archivos que pertenecieron al regeneracionista (Juan)Pío Membrado una historia excepcional: sus antepasados empezaron siendo arrieros y muleros; acumularon patrimonio y ascendieron en la escala social. La acción sucede en Belmonte, Alcañiz, La Codoñera, etcétera”. (ANTÓN CASTRO, en ‘Entre el orden de los propietarios y los sueños de rebeldía. El Bajo Aragón y el Maestrazgo en el siglo XX’ G.E.M.A. Grupo de Estudios Masinos, 1997).
‘Genuino de la Tierra’, el perfil de Juan Pío Membrado escrito para la reedición de ‘El Porvenir de mi pueblo. Batalla a la centralización’ (Zaragoza, 1907), con ocasión del centenario de su publicación, es también una novela, aunque documentada y certificada su documentación en 184 notas explicativas. Para escribir este perfil novelado de Mebrado me inspiré en la obra ‘Ravel’ del escritor vascofrancés Jean Echenoz. El catedrático emérito de Literatura Hispánica en la Universidad de Nueva York, Ángel Alcalá, natural de Andorra, afirmó de ‘Genuino de la tierra’ que “se lee como una novela”. Justamente, ésa fue mi pretensión.
‘Huellas de herradura’ (Editorial en la red de Internet, bubok.com, 2009). ‘Huellas de herradura’ se publicó el 25 de enero de este año 2009 en la Editorial de Internet bubok.com. Es una modalidad nueva para mí que permite al lector adquirir el libro en formato convencional o digital, después de haberlo comprado por la red desde su propio domicilio. Lo insólito es que el autor diseña su propio libro y lo pone a la venta a través de la editorial virtual. No existe la tirada convencional, los libros se venden por encargo, tantos cuantos se demandan.
‘Huellas de herradura’ es la biografía inventada de un veterinario y catedrático de Veterinaria que cursa sus primeros estudios en un Colegio de las Escuelas Pías, como fámulo, que bien pueden ser los Escolapios de Alcañiz. La obra quiere responder a dos preguntas sobre la desaparición de las bestias de tiro, las caballerías, del medio social, tanto rural como urbano, pero de forma especial en el primero, en el rural.
Una de estas preguntas está ya suficientemente contestada: Las mulas, los asnos y los caballos desaparecieron como consecuencia de la mecanización del campo o, en líneas generales, por obra y gracia de la automoción. El automóvil, el camión y el tractor hicieron innecesario el concurso de estos seres vivos que habían convivido con los hombres y las mujeres durante siglos y siglos. En todas las casas había un corral o cuadra en la parte baja, allí vivían, desde la Prehistoria, animales de más de 500 kilos, pero, de pronto, desaparecieron en menos de 40 años, aproximadamente, entre 1945 y 1975. Desde entonces, ya no hay censos de caballerías en los ayuntamientos de los pueblos. Desde entonces, en la soledad de la noche de una aldea se oye maullar o ladrar pero no rebuznar o relinchar. Hoy la cuadra de muchas de nuestras casas es una bodega, un merendero, una cocina, un cuarto de estar e incluso una biblioteca.
La otra pregunta a la que acabo de referirme no está del todo contestada y no es otra que ésta: ¿Qué efecto produjo en la sociedad la desaparición de estos animales? Un antiguo mozo de mulas de los tratantes Los Mejoros de Alcañiz, Pedro Faci, de La Codoñera, me la respondió así: “El efecto que produjo fue ni más ni menos que el paso de la miseria al progreso”. Es verdad que los tractores trajeron el progreso. La cuestión es a qué precio. Muchos hombres tuvieron que convertirse en pilotos de unas máquinas, ya en la madurez de su vida, y de la noche a la mañana, dejaron de salir a faenar al campo con unos animales con los que iban y venían de conversación tirada, con los que se enfadaban y se alegraban, a roturar la tierra sobre un animal de hierro que ni sufre ni siente sino que se avería y que cuando vuelca y atrapa debajo al piloto que lo conduce acaba con su vida.
La vida del protagonista de “Huellas de herradura”, el profesor Martín Abad, transcurre entre 1936 y 2008. Es un repaso, pues, por la historia reciente de España. Al final, el último capítulo del libro recoge unas apuntaciones del profesor Abad en las que desgrana algunas de sus experiencias vividas, como veterinario o albéitar, con las caballerías:
Bajo el epígrafe ‘El mal de Platón’ cuenta el caso de un macho burdegano, hijo de caballo y burra, del que fui testigo de niño en Híjar.
‘La burra que se fue a morir al soto’ está inspirada en una de las últimas que hubo en Belmonte, la de Juan Manuel Bayod y de la que el profesor Abad observa: “No puedo dejar de creer como si fuera cierto esto que ahora escribo: yo he sido testigo de la locuacidad de una burra que sabía hablar”.
La tercera apuntación de Abad se titula “Sor Pascualina”. Es el nombre de una cillera de un convento de monjas cerradas o de clausura que iba todos los días al pueblo, de recados, en una tartana tirada por un soberbio corcel, negro zaino, que no sabía andar sino sólo trotar.
En ‘Pilotos de tractor’, el profesor Abad rinde homenaje a todos los labradores que cambiaron el tiro de atizar mulas por el carné de conducir, en edad ya casi provecta.
‘Carretilla de tres ruedas’ muestra también reconocimiento a la burra tordilla de un picapedrero que convirtió en viñedo una val entera de pedregal. Está inspirado en José Figuerola de Belmonte.
‘La yegua franciscana’ es la yegua hortelana que labraba rezando el rosario dirigido por el hermano lego que cultivaba la huerta conventual.
Para terminar, diré que acaba de aparecer en esta editorial digital bubok.com una nueva novela escrita en un pueblo del Mezquín. Se titula ‘La elfa humana’ y su autora es Raquel Lop de Castelserás, alumna de 16 años en el IES Bajo Aragón de Alcañiz. Y volvemos al principio: quien lee mucho podrá escribir algo. Porque Raquel es una gran lectora de libros.
Algunos libros cuya lectura recomiendo, además de los ya citados como ejemplos de novela ambientada en el Mezquín:
‘El hereje’. Miguel Delibes (1999, reeditado en 2009 con motivo del décimo aniversario de su aparición).
‘Siete casas en Francia’. Bernanrdo Atxaga (2009).
‘Piedad’. Miguel Mena (2009).
‘Fulls de les Fronteres. Entre Gandesa i Alcanyis’. Joan Perucho (2003).
‘Tinta y piedra’. Emilio Ruiz Barrachina.
‘Romance de ciego’. Ángeles Irisarri.
‘Los girasoles ciegos’. Alberto Méndez (1ª edición, 2004; 28ª edición, 2008).
‘Cuaderno boliviano’. Miguel Sánchez Ostiz (2008).
‘Los sitios de Zaragoza’. L. F. Lejeune (1840, reedición de Pedro Rújula, 2009).
‘El rescoldo’. Joaquín Leguina (2004).
‘El desvío a Santiago’. Cees Nooteboom (1ª edición, 1993; 5ª edición, 1998).
‘Sadurija, anales secretos de la casa Membrado’ (Alcañiz, Centro de Estudios Bajoaragoneses, 1990) es una novela ambientada en el Bajo Aragón y pueblos del Mezquín desde Bellmunt siguiendo las huellas de los Membrado que tuvieron una gran influencia en toda la tierra desde mediados del siglo XVII hasta el primer tercio del siglo XX. De ella escribió Antón Castro en 1997 que es “la crónica de una familia aragonesa desde el siglo XVIII hasta principios de nuestro siglo, elaborada a través de materiales documentales de primera mano, a los que Mur les saca un gran partido porque mezcla a la perfección el peso de la historia, la narración estricta y un excelente conocimiento del paisaje. Sin duda es uno de los grandes libros del Bajo Aragón: la novela de una saga que llegará a detentar una modesta parcela de poder: la tierra y la iglesia. Ramón Mur halló en los archivos que pertenecieron al regeneracionista (Juan)Pío Membrado una historia excepcional: sus antepasados empezaron siendo arrieros y muleros; acumularon patrimonio y ascendieron en la escala social. La acción sucede en Belmonte, Alcañiz, La Codoñera, etcétera”. (ANTÓN CASTRO, en ‘Entre el orden de los propietarios y los sueños de rebeldía. El Bajo Aragón y el Maestrazgo en el siglo XX’ G.E.M.A. Grupo de Estudios Masinos, 1997).
‘Genuino de la Tierra’, el perfil de Juan Pío Membrado escrito para la reedición de ‘El Porvenir de mi pueblo. Batalla a la centralización’ (Zaragoza, 1907), con ocasión del centenario de su publicación, es también una novela, aunque documentada y certificada su documentación en 184 notas explicativas. Para escribir este perfil novelado de Mebrado me inspiré en la obra ‘Ravel’ del escritor vascofrancés Jean Echenoz. El catedrático emérito de Literatura Hispánica en la Universidad de Nueva York, Ángel Alcalá, natural de Andorra, afirmó de ‘Genuino de la tierra’ que “se lee como una novela”. Justamente, ésa fue mi pretensión.
‘Huellas de herradura’ (Editorial en la red de Internet, bubok.com, 2009). ‘Huellas de herradura’ se publicó el 25 de enero de este año 2009 en la Editorial de Internet bubok.com. Es una modalidad nueva para mí que permite al lector adquirir el libro en formato convencional o digital, después de haberlo comprado por la red desde su propio domicilio. Lo insólito es que el autor diseña su propio libro y lo pone a la venta a través de la editorial virtual. No existe la tirada convencional, los libros se venden por encargo, tantos cuantos se demandan.
‘Huellas de herradura’ es la biografía inventada de un veterinario y catedrático de Veterinaria que cursa sus primeros estudios en un Colegio de las Escuelas Pías, como fámulo, que bien pueden ser los Escolapios de Alcañiz. La obra quiere responder a dos preguntas sobre la desaparición de las bestias de tiro, las caballerías, del medio social, tanto rural como urbano, pero de forma especial en el primero, en el rural.
Una de estas preguntas está ya suficientemente contestada: Las mulas, los asnos y los caballos desaparecieron como consecuencia de la mecanización del campo o, en líneas generales, por obra y gracia de la automoción. El automóvil, el camión y el tractor hicieron innecesario el concurso de estos seres vivos que habían convivido con los hombres y las mujeres durante siglos y siglos. En todas las casas había un corral o cuadra en la parte baja, allí vivían, desde la Prehistoria, animales de más de 500 kilos, pero, de pronto, desaparecieron en menos de 40 años, aproximadamente, entre 1945 y 1975. Desde entonces, ya no hay censos de caballerías en los ayuntamientos de los pueblos. Desde entonces, en la soledad de la noche de una aldea se oye maullar o ladrar pero no rebuznar o relinchar. Hoy la cuadra de muchas de nuestras casas es una bodega, un merendero, una cocina, un cuarto de estar e incluso una biblioteca.
La otra pregunta a la que acabo de referirme no está del todo contestada y no es otra que ésta: ¿Qué efecto produjo en la sociedad la desaparición de estos animales? Un antiguo mozo de mulas de los tratantes Los Mejoros de Alcañiz, Pedro Faci, de La Codoñera, me la respondió así: “El efecto que produjo fue ni más ni menos que el paso de la miseria al progreso”. Es verdad que los tractores trajeron el progreso. La cuestión es a qué precio. Muchos hombres tuvieron que convertirse en pilotos de unas máquinas, ya en la madurez de su vida, y de la noche a la mañana, dejaron de salir a faenar al campo con unos animales con los que iban y venían de conversación tirada, con los que se enfadaban y se alegraban, a roturar la tierra sobre un animal de hierro que ni sufre ni siente sino que se avería y que cuando vuelca y atrapa debajo al piloto que lo conduce acaba con su vida.
La vida del protagonista de “Huellas de herradura”, el profesor Martín Abad, transcurre entre 1936 y 2008. Es un repaso, pues, por la historia reciente de España. Al final, el último capítulo del libro recoge unas apuntaciones del profesor Abad en las que desgrana algunas de sus experiencias vividas, como veterinario o albéitar, con las caballerías:
Bajo el epígrafe ‘El mal de Platón’ cuenta el caso de un macho burdegano, hijo de caballo y burra, del que fui testigo de niño en Híjar.
‘La burra que se fue a morir al soto’ está inspirada en una de las últimas que hubo en Belmonte, la de Juan Manuel Bayod y de la que el profesor Abad observa: “No puedo dejar de creer como si fuera cierto esto que ahora escribo: yo he sido testigo de la locuacidad de una burra que sabía hablar”.
La tercera apuntación de Abad se titula “Sor Pascualina”. Es el nombre de una cillera de un convento de monjas cerradas o de clausura que iba todos los días al pueblo, de recados, en una tartana tirada por un soberbio corcel, negro zaino, que no sabía andar sino sólo trotar.
En ‘Pilotos de tractor’, el profesor Abad rinde homenaje a todos los labradores que cambiaron el tiro de atizar mulas por el carné de conducir, en edad ya casi provecta.
‘Carretilla de tres ruedas’ muestra también reconocimiento a la burra tordilla de un picapedrero que convirtió en viñedo una val entera de pedregal. Está inspirado en José Figuerola de Belmonte.
‘La yegua franciscana’ es la yegua hortelana que labraba rezando el rosario dirigido por el hermano lego que cultivaba la huerta conventual.
Para terminar, diré que acaba de aparecer en esta editorial digital bubok.com una nueva novela escrita en un pueblo del Mezquín. Se titula ‘La elfa humana’ y su autora es Raquel Lop de Castelserás, alumna de 16 años en el IES Bajo Aragón de Alcañiz. Y volvemos al principio: quien lee mucho podrá escribir algo. Porque Raquel es una gran lectora de libros.
Algunos libros cuya lectura recomiendo, además de los ya citados como ejemplos de novela ambientada en el Mezquín:
‘El hereje’. Miguel Delibes (1999, reeditado en 2009 con motivo del décimo aniversario de su aparición).
‘Siete casas en Francia’. Bernanrdo Atxaga (2009).
‘Piedad’. Miguel Mena (2009).
‘Fulls de les Fronteres. Entre Gandesa i Alcanyis’. Joan Perucho (2003).
‘Tinta y piedra’. Emilio Ruiz Barrachina.
‘Romance de ciego’. Ángeles Irisarri.
‘Los girasoles ciegos’. Alberto Méndez (1ª edición, 2004; 28ª edición, 2008).
‘Cuaderno boliviano’. Miguel Sánchez Ostiz (2008).
‘Los sitios de Zaragoza’. L. F. Lejeune (1840, reedición de Pedro Rújula, 2009).
‘El rescoldo’. Joaquín Leguina (2004).
‘El desvío a Santiago’. Cees Nooteboom (1ª edición, 1993; 5ª edición, 1998).
No hay comentarios:
Publicar un comentario