Trofeo de la Recopa de Europa conquistado por el Real Zaragoza en París,en 1995, ante el Arsenal inglés.
Ramón Mur
Como cualquiera que me conoce un poco de cerca sabe, nací en Pamplona hace 65 años y desde los 10 si algo conservo de mi cuna, aunque parezca tan frívolo, es que soy incondicional seguidor del Club Atlético Osasuna. Recuerdo la alineación 'rojilla' de 1954, la de un ascenso más a Primera División, con Castellanos; Salvatierra, González, Olarieta; Blanco, Gallo; Vila, Madariaga, Sabino, Pahuet y Fusteros. Y la del ascenso de 1960 con Miguel Gual de entrenador: Celdrán; Egaña, Salvador, Zubiaurre; Zoco, Carlos; Hormaeche, Félix Ruiz, Sabino, Fusté e Iceta. Pero también la alineación 'magnífica' del Zaragoza de los años sesenta: Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, José Luis; y, por supuesto, Canario, Santos, Marcelino, Villa y Carlos Lapetra.
Tuve un primo hermano muy querido, hijo de una hermana de mi madre, fallecido, por desgracia hace unos años, Manuel Estevan, gran poeta, que firmaba libros de versos con el seudónimo de Manuel León, y escribió durante un tiempo una columna de comentarios semanales en Heraldo bajo la cabecera de "Esto no es América". Manolo tenía ocurrencias inimaginables como que en cierta ocasión citó al periódico de Belmonte "La Hoya del Maestrazgo" que, por supuesto, sólo exsistía en su imaginación. Pero él se divertía mucho y todos disfrutábamos con su forma distentida y entrañable de hacer frente a la vida desde su querida Zaragoza natal y residencial durante sus 51 años de vida, tan pocos por desgracia. Pues bien, Manolo, que era muy poco aficionado al balompié, contaba que cuando visitaba Zaragoza el Athletic de Bilbao iba a La Romareda con txapela y cuando llegaba Osasuna se ceñía el pañuelo rojo de San Fermín al cuello. Seguro que no era verdad, pero le quedaba tan bonito, tan hermanador de provincias, regiones, autonomías o lo que sean, que hoy me gustaría verle aquí en este jodido mundo de luchas y polémicas imbéciles entre aragoneses, vascos, catalanes y ... navarros.
Tan largo exordio es para contarles que el periódico Diario de Navarra abrió el lunes una de sus páginas deportivas, la dedicada a todos los partidos de Primera jugados el domingo salvo el de Osauna, con este titular a cuatro columnas: "El Renacimiento del Zaragoza". La información iba acompañada de una gran foto a color en la que los jugadores zaragocistas celebraban uno de los dos goles que le marcaron al Sevilla.
Creo que ha llegado el momento de seguir el ejemplo de DN y volver al hermananiento que existía entre el club rojillo de Pamplona y el blanquillo de Zaragoza. Osasuna inauguró La Romareda en 1957 y en 1967 el Estadio de El Sadar se inauguró con un torneo triangular entre el Vitoria de Setúbal portugués, el Real Zaragoza y Osasuna. Las buenas relaciones se rompieron en 1994 tras un repugnante comportamiento de la hinchada más radical del club navarro, contestado, como cabía esperar, por la zaragocista antes, durante y después del Osauna-Zaragoza de aquel año en Pamplona. Podría escribir mucho más de este asunto, de lo mal que la prensa de Zaragoza trata desde entonces a Osasuna y de otras cuestiones dolorosas e incompresibles como que se tenga que encontrar uno con un seguidor del Zaragoza de 16 años que tanto como fervor por los colores de su equipo siente rencor por Osasuna. ¿Qué le habrán contado al chaval? Pero, no. No quiero seguir para no ahondar en la herida que bastante profunda es. Como signo de mi mejor voluntad de reconciliación entre osasunistas y zaragocistas, acompaño este comentario con la foto de la Recopa de Europa conquistada por el Real Zaragoza en 1995 gracias al inolvidable tanto de Nayím. Vi el partido, por televisión, en Alcañiz en casa de un amigo y sali al balcón a gritar: ¡¡¡¡GOL!!! Y no lo había marcado Osasuna.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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