miércoles, 3 de febrero de 2010

La judería de Híjar

José Ramón Villanueva.
Sinagoga de Híjar, aunque en la fachada se lea "San Antonio Abad".











LA JUDERÍA DE HÍJAR, por José Ramón Villanueva

Con profunda tristeza recibí la noticia, el pasado sábado 16 de enero, del derrumbe de parte de la techumbre de la sinagoga medieval de Híjar, la actual ermita de San Antón, así como las heridas que este hecho causó a dos personas en dicha localidad bajoaragonesa a las que, desde estas líneas, deseo su pronto restablecimiento.

En la azarosa historia de la sinagoga de Híjar, símbolo de una floreciente comunidad judía que allí habitó hasta su expulsión en 1492, que resistió las furias inquisitoriales y el antijudaísmo, el derrumbe ocurrido supone un grave siniestro para la que sin duda es la mejor sinagoga judía conservada actualmente en Aragón y, en opinión de muchos expertos, como Vivian B. Mann, responsable del Jewish Museum de Nueva York, una de las cinco mejores de las que todavía perduran en España, en la antigua Sefarad judía. No podemos decir lo mismo del edificio aledaño a la sinagoga hijarana conocido popularmente como “la casa del Rabino” que fue destruido años atrás.

Según las investigaciones del eminente especialista en judaísmo medieval aragonés Miguel Ángel Motis Dolader, la sinagoga de Híjar fue reformada siguiendo el estilo mudéjar en 1410, esto es, hace ahora exactamente 600 años. Doscientos años después, en 1610, los descendientes de estos artesanos mudéjares que reformaron la sinagoga judía, los moriscos, serían objeto de otra dramática expulsión como consecuencia de la intolerancia religiosa, al igual que lo habían sido los judíos en 1492. La expulsión de los moriscos aragoneses, de tan negativos efectos en muchos de nuestros pueblos, como fue el caso de Híjar y otras localidades del Bajo Martín como La Puebla de Híjar o Vinaceite, es un tema éste ante el cual tanto nuestra memoria histórica colectiva como las instituciones aragonesas también deberían prestar la atención que merece tal y como nos recordaba en un reciente artículo el historiador hijarano Cándido Marquesán.

Pero volvamos a la sinagoga. Su belleza se halla en la pureza y simplicidad de sus formas, en su única nave cubierta a doble vertiente sustentada sobre tres arcos diafragma, en la perfectamente conservada tribuna para las mujeres (matroneo) que, según el rito judío, debían de orar en este espacio sagrado separadas de los varones. Siempre se ha supuesto que, una vez cristianizada la antigua sinagoga, la hornacina (aron ha-qodes) que alberga actualmente a la imagen de San Antón, era el lugar en donde estuvieron en su día los libros sagrados judíos, esto es, los rollos del Séfer Torah, el Pentateuco cristiano, el lugar más sagrado de la sinagoga, siempre orientado hacia la añorada Jerusalem. De igual modo, una excavación reciente ha permitido encontrar, bajo el entarimado, el arranque y la sustentación de la bimah, el púlpito desde el cual el hazzán llevaba a cabo las lecturas de la Torah. Ciertamente, como señala Miguel Ángel Motis, no existe una institución más característica en las juderías que la sinagoga dada su condición de lugar de estudio y oración en todos aquellas localidades en donde existía una la comunidad hebrea.

Por lo que se refiere a la judería de Híjar se refiere, que arrancaba de la cuesta que conducía a la plaza del Olmo y abarcaba el actual barrio de San Antón, se sabe que, hacia 1481, contaba con una población que se cifraba en unas 32 familias, esto es, entre 125 y 150 personas que practicaban la ley mosaica. Pero la judería de Híjar no sólo es importante por su sinagoga. Si la comunidad hebrea hijarana es conocida mundialmente es gracias a la pujanza cultural de su comunidad, a la existencia en la misma, a finales del s. XV, de un grupo de artesanos vinculados a la industria de la piel como era el caso de los pergamineros y encuadernadores en torno a los cuales surgió la célebre imprenta judía de Híjar, una de las primeras de la península, la cual tuvo su apogeo entre los años 1485-1490, esto es, en los años previos a la expulsión de 1492. De este modo, bajo el mecenazgo del duque Juan Fernández de Híjar y Cabrera, trabajó el impresor judío Eliezer ben Alantansi el cual publicó una magnífica edición del Pentateuco entre los años 1487-1488, además de otras obras como un comentario de Rashi, un Tárgum (traducción de la Torah al arameo), o el Tur Yoré De’ah (“Tratado de enseñar a saber”) de Jacob ben Aser. Todas estas obras son de una excepcional calidad, pues se trata de ediciones impresas con gran pulcritud y esmero, realizadas con bellos caracteres hebraicos, cuadrados y rabínicos, tal y como señala Miguel Ángel Motis Dolader, el mejor especialista en judaísmo medieval aragonés. De hecho, las ejemplares procedentes de la imprenta judía de Híjar tuvieron una gran difusión y en la actualidad se hallan dispersos por las mejores bibliotecas del mundo, como es el caso de The Library of the Jewish Theological Seminary de Nueva York o la Biblioteca Nacional de Madrid, en donde el único incunable hispanohebreo de sus fondos es precisamente una edición del Pentateuco impreso en Híjar en 1487 por el citado Eliezer ben Alantansí.

Por todo lo dicho, ante este triste suceso, resulta ahora más urgente que nunca el que se realice una intervención integral para la conservación del importante legado histórico y cultural que supone la sinagoga, sino también su barrio judío, máxime teniendo en cuenta que el conjunto urbano de la judería de Híjar fue declarado Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés (BIC) por Orden del Departamento de Cultura y Turismo del Gobierno de Aragón de fecha 6 de septiembre de 2002. Además, la Judería de Híjar figura igualmente en el listado de bienes que conforman la catalogación genérica del Mudéjar Aragonés como Patrimonio de la Humanidad, reconocido por la UNESCO.

En lo referente a la promoción de la judería de Híjar, esta ya fue incluida en la llamada “Ruta del Talmud”, dentro del Programa “Espacio Sefarad” promovido desde la Diputación Provincial de Zaragoza y que, superando los límites provinciales, incluye a las juderías de Alcañiz y Caspe, dentro de lo que Motis Dolader ha dado en llamar un “triángulo muy fecundo” de lo que en su día fue el legado cultural judío en Aragón. También es importante plantear que, mediante las aciones oportunas, y de la intervención decidida y presupuestariamente adecuada del Gobierno de Aragón, la judería de Híjar pudiera estar incluida en un futuro inmediato en la Red de Juderías de España, lo cual no sólo promocionaría a Híjar en el ámbito nacional e internacional, sino que, además, canalizaría hacia dicha población un turismo cultural procedente de diversos países interesado en recorrer las huellas judías de la Sefarad medieval.

Recuerdo como hace unos años, llevé a visitar la sinagoga de Híjar a mi viejo amigo Menahem Jacob, un judío residente en California de origen griego que sobrevivió a la Shoah: contempló con emoción el lugar sagrado que sus antepasados construyeron mientras comentaba que, sólo por visitar la sinagoga de Híjar, se sentía feliz de haber hecho el viaje desde Los Angeles. Esa misma emoción quisiera sentir yo también el día que la sinagoga haya sido plenamente rehabilitada y la judería de Híjar ocupe en el patrimonio cultural no sólo aragonés, sino también español e internacional, el papel que dignamente merece como símbolo del legado cultural judío en esta nuestra Sefarad.

José Ramón Villanueva Herrero

(Diario de Teruel, 20 enero 2009)

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