jueves, 23 de octubre de 2008

Meteoros en las 'Entre Páginas' de Santiago Vidiella


Santiago Vidiella Jasá (Calaceite, 1860-1928), abogado, agricultor, intelectual regeneracionista de finales del siglo XIX y primer tercio del XX, fundó en 1884 un periódico semanario con el título de “El confín aragonés”. Posteriormente, Vidiella creó la sección “Entre Páginas de Historia y Geografía Regional” en el rotativo “El Eco del Guadalope” de Alcañiz. En las entre páginas de Vidiella me inspiré, como es justo advertir y fácil de adivinar, al colocar la cabecera de mi blog personal. Esta sección intercalada por Vidiella en “El Eco..” fue un anticipo de su obra más ambiciosa: el “Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón” (1907-1909).

En el “Entre Páginas” de “El Eco...”, correspondiente al jueves 16 de junio de 1904, apareció un artículo del propio Santiago Vidiella titulado “Meteoros”, en el que se refería a distintos fenómenos atmosféricos de la historia del Bajo Aragón, con ocasión del registrado en Valdeltormo el 26 de mayo de aquel año citado de 1904.

De las fuentes históricas consultadas por Vidiella, cabe entresacar resumidos los siguientes testimonios:

“Sea memoria para los venideros cómo el día 11 de julio de 1748 sucedió en el lugar de Valdealgorfa un Huracán de aire y fuego, que arruinó mucha parte del término arrancando los olivos de raíz y otros árboles, de forma que se discurre que el daño que ha causado en los olivos importará cada año unas mil moladas de olivas”.

“Un diligente anotador cree del caso apuntar que en 1675, a pesar de haberse dilatado la vendimia, por estorbos de grandes nieves y lluvias hasta los últimos días de Navidad, no llegó a madurar la uva; y los vinos, añade, no salieron agrios en todo el año, pero flojos, mucho”.

“Otro estimó memorable la nevada que en 16 de abril de 1673 llegó a cubrir los puertos de Arnés y Horta y varios términos de la tierra llana. Nosotros hemos visto más: hemos visto una cosa parecida en 11 de mayo de 1902”.

“En la segunda mitad del año 1700 no llovió para sembrar; de suerte que en todo Aragón y en gran parte de Cataluña y Valencia no sembraron sino las huertas. En nuestra comarca se hacían muchas rogativas y penitencias, a tiempo que adelantaba el 1701 tan árido como su antecesor. No llovió hasta mediado de marzo, pero entonces copiosamente. Dieron algunos en sembrar (aunque con burlas de los muchos desconfiados), de modo que se vio arrojar simiente hasta el 8 de abril. El resultado fue que los atrevidos cosecharon a buen año”.

“Otra cosa rara viose en 1702. Llovió abundantamente en septiembre y octubre; y porque eran muchas las huebras viejas y grande la superficie a sembrar, en general se arrojó semilla pasando meramente el tablón con gran contento. Se formó tal costra en las tierras por el exceso de humedad al tiempo de la siembra, que los panes aparecieron claros y mal nacidos. Sobre esto, no llovió hasta el día 8 de mayo de 1705, cuando ya todos desesperaban en absoluto y no pocos hubieran trocado la cosecha por la simiente. Siguió la lluvia muchos días con intermitencias de buen tiempo. Levantóse una de las cosechas mayores que habían visto los vivientes; y no fue la mayor porque en algunos casos sufrió la granazón por exceso de lozanía”.

“En 1713 apareció la temida niebla por Navidad y siguió espesa y fría hasta la fiesta de Reyes de 1714. Entonces llegó a parecer que en todo el país había caído una nevada: de tal modo que se cargaron los árboles de escarcha, que cedían al peso ramas de importancia, y se llegaron a ver árboles erradicados por el exceso de carga. Cuando merced a un aire caliente, cayó el hielo de los árboles, debajo de ellos podía recogerse a sarrias. Sufrió mucho el olivar joven; del viejo, unas heredades tuvieron mucho daño, otras menos”.


“Principió en 12 de diciembre de 1777 una lluvia torrencial que duró 27 horas continuas con enorme estrago de edificios, árboles y campos. Mediante el gran reblandecimiento del suelo que esto hubo de producir, se comprende bien que el terrible huracán, acompañado de relámpagos, desatado en la noche del 24, pudiera desarraigar en Cherta la mitad de los algarrobos, y en Castelserás la mitad de los olivos, y en Calaceite alguna cruz terminal de sólida construcción, y producir notables daños en muchos pueblos”.

“Para lluvias de rara abundancia y perjuicio, las del año 1783. Sobre una tormenta que descargó agua con insólita prodigalidad desde la madrugada del 17 de septiembre hasta la tarde del mismo día, y que sólo en el término de Calaceite causó un daño apreciado de orden superior en 66.000 sueldos, llovió copiosamente después en tres ocasiones. Se repitió el meteoro con alarmante intensidad durante los días 1 y 2 de noviembre, y vino a coronar la obra con mayor fuerza todavía el día 9. Declara, en resumen al anotador, que en 100 años atrás no habían sucedido tantos estragos, según relación de los hombres más ancianos, después de apuntar que en Arens de Lledó se habían hundido cinco casas y que en Maella había subido el agua del Matarraña catorce palmos sobre el puente, llevándose los antepechos, y no toda la fábrica porque venían muy altos los árboles y maderas que arrastraba la corriente”.

“Las tormentas de 8 y 9 de octubre de 1787, que produjeron arrebatados desbordamientos del Ebro e innumerables pérdidas y lutos en sus riberas, especialmente en Mora, Benisanet, Cherta y Tortosa, afligieron también a nuestra región de una manera considerable. Las aguas del Algás arrasaron las huertas de sus costados; en Fayón cayeron 60 casas en una sola noche; en Calanda pasó de 40.000 escudos el daño sufrido por la presa de su famosa acequia; en Castelserás, dice, tuvieron al Señor dos horas junto al puente. Ante tales datos, no es fácil calcular la extensión y magnitud del desastre”.

1 comentario:

Juan Antonio Mir dijo...

Interesante. Nuestros antepasadados ya conocían periodos de sequías largos, copiosas lluvias, tornados, dorondones en Navidad....La historia, el clima se repite.