(Entrevista a Gema Noguera, publicada en el libro-guía Matarraña de la colección Territorio del Gobierno de Aragón. Al llorar su fallecimiento, acaecido el pasado 18 de noviembre en Beceite, he querido transcribir la entrevista que le hice en Alcañiz para dicha publicación y que es el mejor recuerdo que, en estos momentos de sufrimiento por su desaparción, le puedo dedicar".
Gema Noriega vive donde siempre quiso vivir. Llegó con 17 años a Beceite, el pueblo de sus padres que se la llevaron con dos años a Barcelona, y allí se quedó para pintar, formar una familia y ser feliz. Porque la gente, dice Gema, “es de donde es feliz”. A sus 37 años, es una trabajadora incansable que pinta ocho horas al día y rebosa optimismo. Cree que sus hijas volverán a vivir en el medio rural después de conocer el mundo en su juventud y durante la época de su formación universitaria. Porque Gema vive en un pueblo pero sin aislarse del universo. En Beceite encuentra serenidad para crear arte y, sobre todo, luz. “El Matarraña tiene una luz especial”, dice.
¿Qué le movió a establecerse en Beceite?
Yo vine a vivir a los 17 años a Beceite porque mi familia procedía de aquí. Con dos años me llevaron a Barcelona pero siempre mi referencia y mis raíces estaban en Beceite. Prueba de ello es que, tanto mis padres como mis hermanos, han vuelto al pueblo con el paso de los años. No para establecerse, aunque mis padres sí, pero todos mis hermanos se han reencontrado con sus orígenes y se sienten de aquí.
Es un poco llamativo que una persona joven decida formar su familia en un medio rural. ¿O no?
Quizá es que mis padres y mis hermanos fuimos tan felices en Beceite que yo, a mis 17 años, me había formado una imagen paradisíaca de este pueblo. Eso hizo que, realmente, encontrara la felicidad en Beceite donde vivo desde hace 20 años.
¿Sigue pensando que su pueblo es el lugar ideal para vivir?
Por supuesto que sí. Sigo pensando que realmente soy muy feliz aquí, que el pueblo tiene una calidad de vida impresionante. Yo recuerdo la comarca del Matarraña de mi época infantil y, si la comparo con la de hoy en día, las mejoras han sido sustanciales. La calidad de vida actual es muy alta en esta comarca, los servicios son magníficos, y estoy convencida de que se puede ser feliz muy fácilmente en un pueblo. Sobre todo, lo que más me gusta es que mis hijas se desarrollen en un pueblo, que es algo que yo no pude vivir y quizá esa añoranza me hizo regresar a Beceite.
¿Su marido trabaja también en el Matarraña?
Mi marido es nacido y criado en Beceite. Así que volví al pueblo, me casé con un beceitano y aquí hemos tenidos nuestras dos hijas, una de 18 años y otra de 9. Él es empresario y ahora regenta un cine en Valderrobres.
¿Está satisfecha de la educación que reciben sus hijas en un pueblo como Beceite?
Creo que es fantástica. A ver, pienso que en un colegio de una ciudad tendrían otras opciones educativas pero carecerían de la libertad y la confianza en uno mismo con la que se crece en un pueblo. Además, nosotros las sacamos mucho porque es importante viajar para que conozcan otras zonas de España, otros países y sus culturas diferentes. Cuando recorres otros lugares, al regresar valoras mucho más la tierra donde vives. Y eso a una persona en formación le ayuda a valorar las diferencias que existen entre los habitantes de un pueblo pequeño y los de una gran ciudad. Lo importante es vivir en un pueblo sin quedarse anclado en él. Aunque yo donde me encuentro bien es en mi casa, en el pueblo.
¿Sus salidas del pueblo las practica como terapia contra el proverbial aislamiento de los pequeños núcleos rurales?
Sí. Al vivir en un pueblo has de aprender cuál es tu sitio en él. Quizá yo tenga la ventaja de que, a los ojos de los vecinos de Beceite, nunca acabaré de ser de aquí. Y siempre disfruto de una especie de permiso o de licencia para hacer lo que quiera porque como soy de fuera...Por eso intento transmitir a mis hijas la necesidad de integrarse en el pueblo pero que, sobre todo, se sientan ellas mismas, que no por participar en la vida local tienen que perder su identidad.
¿Qué van a estudiar sus hijas?
La mayor duda entre decantarse por escoger medicina o biología...Está hecha un lío, ¡pobre! Va al Instituto de Valderrobres y el año que viene se irá a una Universidad de Barcelona, todavía no sabemos a cuál. Y estoy convencida de que a la larga volverá a vivir en un pueblo.
¿Está convencida?
Sí. Ella vivirá su experiencia de juventud y carrera universitaria en una ciudad, pero luego volverá a vivir a un pueblo.
¿Volverá a Beceite o a cualquier otro pueblo?
Yo creo que volverá a Beceite pero no necesariamente. Buscará eso que es vivir en un pueblo. No sé, a lo mejor me equivoco, ¿eh?
¿Usted se ve haciéndose mayor y abuela en Beceite.
Totalmente.
¿Sus padres viven?
Mis padres, gracias a Dios, se han vuelto a vivir a Beceite. Se han jubilado los dos en Barcelona, han cerrado casa allí y se han venido a vivir aquí. Y están felices como anises. Incluso se preguntan por qué no tomaron antes esta determinación. Comparan el pueblo que ellos conocieron hace cincuenta años con el actual, y están alucinados. Quieren participar en todo porque todos les parece fantástico. Ellos conocieron un pueblo de posguerra sin apenas servicios y ahora están deslumbrados con los servicios de salud, con las actividades sociales y culturales de las que pueden disfrutar, etcétera. No tenían noción de que pudieran encontrar todo lo que ahora han encontrado en esta comarca.
¿No es demasiado idílico el panorama que usted pinta?
También puedo contar cosas duras de la vida en un pueblo. A mi la soledad del pueblo no me molesta, pero para mis hijas ha sido muy difícil, en su infancia, encontrarse muchos sábados y domingos sin saber qué hacer. Pierdes muchos amigos que tenías en la ciudad. En el aspecto profesional, tienes que batallar muchísimo. Por ejemplo, en mi caso, la difusión de mi obra artística es muy complicada desde un pueblo de 600 habitantes.
¿La galería que usted ha montado con la ceramista Dominique Goffard no le ha ayudado a difundir su obra?
La galería es producto del trabajo, del tesón y de la constancia en perseverar en la difusión de la obra. Y se ha comprobado que la decisión de montar una galería de arte en Beceite no fue nada disparatada. Porque la gente viene desde Alemania o desde Suiza y les gusta lo que les ofrecemos. Esto ha surgido a través de un turismo rural de calidad... Sí que tiene inconvenientes vivir en un pueblo. En el especto educacional, a mi me gustaría que mis hijas tuvieran acceso a muchas cosas que no las tienen a su alcance por no vivir en un centro urbano más grande. Pero las intentamos sustituir por otras que ofrece un pueblo. No somos tontos, tampoco es que esto sea como la vida de Heidi en la que todo es fantástico y maravilloso. De todas maneras, es muy diferente plantearte vivir en un pueblo a partir de los cuarenta años que cuando tienes veinte. Mi vida en Beceite era más dura cuando tenía 27 años que ahora que tengo 37 y valoro otras cosas. Yo no pinto una vida idílica en Beceite. Todo depende de lo que esperes de la vida. Si esperas demasiado, te llevarás muchos desencantos. Pero si eres consciente de lo que tienes delante y lo aceptas, aunque te fastidie aceptarlo, te encontrarás bien. Sí que me gustaría que en mi entorno hubiera más gente con inquietudes intelectuales, pero, si no las hay, no me voy a amargar porque no las haya. Lo que hago es buscar esa opción de tanto en tanto en una gran ciudad. Y me voy a Madrid o a Barcelona. Hay quien dice que en el pueblo echa de menos el teatro. Y, curiosamente, la gente que vive en las grandes ciudades no va al teatro. Sin embargo, yo, cada vez que traen una obra buena a Zaragoza, cojo el coche, me voy a cenar con los amigos, voy al teatro, me vuelvo a Beceite y es una ocasión especial, muchísimo más especial que cuando vivía en Barcelona.
¿No cree, sin embargo, que la sociedad rural soporta todavía grandes carencias en todo tipo de servicios públicos?
Yo he vivido la diferencia entre el Matarraña de ayer y el de hoy. Los servicios básicos están a la altura de los tiempos. Por ejemplo, si hablamos de sanidad, yo voy al Hospital Comarcal de Alcañiz o a la consulta del médico de cabecera en Beceite y muy pocas veces tengo que sufrir las colas en las sala de espera como las que sufriría en Barcelona.
¿Pero encuentra la misma competencia que allí?
Yo pienso que sí. Todo depende de si uno confía en la Seguridad Social o no. Yo me he encontrado aquí con grandes profesionales de la medicina y cuando no han tenido todos los medios que precisaban, me han enviado a un especialista a Zaragoza. Es un error pensar que los médicos son menos competentes aquí que en una gran ciudad. Esta comarca es irreconocible respecto a la de hace 30 años. Yo aún recuerdo cómo eran las carreteras y que de Beceite a Alcañiz tardábamos una hora, hoy lo hacemos en veinte minutos. La mayoría de las casas en Beceite, por no decir todas, carecían de calefacción. Los partos eran una odisea. Todos los hogares tenían los animales en la parte baja. Hoy en día cualquier pareja joven tiene una casa con un confort impresionante. Si hablamos de escolaridad, yo he asistido a clases de 45 alumnos y éramos un sufrimiento para los profesores. Aquí cada aula no pasa de cinco. También tenemos el inconveniente de que cada año nos cambian de maestros y eso los niños lo acusan porque apenas se han acostumbrado a uno cuando les ponen otro. Pero la educación de un hijo no toda está en la escuela sino también en casa y en el entorno social. Mis hijas van por la calle y saludan a todo el mundo, esto les da una confianza que en una gran ciudad no la encontrarían.
Todo mejora en las comarcas. Pero también es cierto que hace dos años estuvo Paco Rabal, poco antes morir, en los festivales de Valderrobres y apenas hubo público en su recital poético...
Hace dos años había cien personas, pero es que hace diez era impensable que viniera Paco Rabal a Valderrobres. Lo importante no es la cantidad de personas que asisten a las demostraciones culturales, lo importante es que se hagan, que haya continuidad en los festivales de verano, en el teatro de otoño de Alcañiz, en las exposiciones de arte contemporáneo, en las exaltaciones del tambor y el bombo... Si este año participan diez, al año que vienen serán doce. Por nuestra galería de arte pasaron 3.000 personas el año pasado entre los meses de julio y agosto.
¿Qué piensa de la nueva comarcalización de Aragón?
Me parece un proyecto fantástico. La gente del Matarraña ha tenido una especial conciencia de comarca por su cercanía a Cataluña donde existe una histórica tradición comarcalista. Además, su singularidad idiomática y su carácter fronterizo acentúan todavía más su carácter comarcal.
¿El idioma de Beceite es chapurriau o catalán?
Gramaticalmente es catalán, pero oralmente es chapurriau. La única gramática que existe es la catalana, no existe gramática propia del chapurriau. En casa, entre mi marido y yo hablamos en chapurriau, pero con las hijas lo hacemos en castellano. Así lo hacían mis padres. Yo escribo en catalán a mis amigos catalanes, aunque con errores, porque la gramática es la misma.
¿Usted ya no se considera catalana?
Yo soy catalanoparlante, soy catalana, pero me siento más de Teruel que catalana. Lo digo a todas horas. La gente es de donde pace y no de donde nace, y considero, aunque parezca una cursilada, que la gente es de donde es feliz. Me gustaría que el catalán fuera también oficial en el Matarraña, además del castellano, que me parece un idioma riquísimo y precioso. Soy plurilingüista y detesto el monopolio horroroso del inglés.
¿Beceite le inspira para pintar?
Lo que más me aporta Beceite es una gran serenidad para pintar. Y luz. El Matarraña tiene una luz especial.
¿Cuántas horas pinta al día?
Entre siete y ocho horas al día. He tenido la gran suerte de ser mujer y de encontrarme con una persona, mi marido, que ha pagado mis cuentas en el colmado cuando yo me dedicaba a pintar. No he tenido que abandonar mi actividad artística para ganarme la vida de otra forma porque mi marido me ha ayudado a seguir mi vocación.
jueves, 20 de noviembre de 2008
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