viernes, 14 de noviembre de 2008

Santiago Vidiella y Juan Pío Membrado, figuras claves del Regeneracionismo en el Bajo Aragón


(Conferencia pronunciada en el salón de plenos del Ayuntamiento de Calaceite, el 14 de noviembre de 2008, con ocasión de la apertura de la V Semana Cultural de la Comarca del Matarranya)


Santiago Vidiella Jasá (Calaceite, 1860-1929) y Juan Pío Membrado Ejerique (Belmonte, 1851-1923) fueron las dos figuras claves del desarrollo del movimiento regeneracionista de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, en el Bajo Aragón.

Los regeneracionistas del Bajo Aragón no se alistaron en una especie de movimiento costista, que existiera como tal. No se hicieron regeneracionistas de forma consciente en un momento determinado que tuviera un antes y un después fácil de delimitar. De hecho, apenas en algunas ocasiones aparecen en sus cartas, escritos e intervenciones públicas el deseo explícito de que “pronto llegue a nuestros pueblos la deseada regeneración del medio rural español”.

Puede decirse que el movimiento regeneracionista bajoaragonés “se demuestra andando”. En efecto, existen varios momentos que pueden ser señalados como identificadores del regeneracionismo en el Bajo Aragón. Uno de ellos es, sin duda, la creación de la sociedad o asociación “Fomento del Bajo Aragón”. Y es en la gestación y constitución del Fomento, que tan efímera vida tuvo (1912-1915), donde aparecen Vidiella y Membrado como las dos personalidades más influyentes de la época en el Bajo Aragón, sin cuyo concurso hubiera sido una temeridad acometer cualquier proyecto de desarrollo en la comarca con las mínimas garantías de continuidad y éxito.

Sin embargo, la historiografía moderna no ha tratado precisamente bien a Vidiella y Membrado. En un conocido trabajo sobre el movimiento regeneracionista en la provincia de Teruel, se señala a Vidiella como su principal representante en el Bajo Aragón pero se olvida a Membrado a pesar de que se ofrece como una de las ilustraciones una fotografía de la portada del Boletín del Fomento del que el llamado “ilustre solitario de Belmonte” fue su director en calidad de presidente de la sociedad. Hace unos días, con ocasión de los preparativos del centenario de la muerte del botánico José Pardo Sastrón (1822-1909), he podido comprobar cómo en una publicación en que se presenta con acierto a los científicos bajoaragoneses del siglo XIX, muy en particular a Francisco Loscos y a los hermanos Pardo Sastrón, como precursores del movimiento regeneracionista bajoaragonés, se olvida también mencionar a Membrado mientras se cita a los alcañizanos Eduardo J. Taboada y al doctor Epifanio García Ibáñez quien, precisamente sustituyó a Membrado en la presidencia del Fomento en 1915. Pero no es momento de rebatir tan inexplicables como injustificables olvidos de la historiografía, aunque tampoco he querido dejarlos pasar por alto.

En cualquier caso, testimonios de la época no dejan lugar a dudas sobre el papel desempeñado por Vidiella y Membrado. El abogado jaimista o carlista, Víctor Navarro Vicente, natural de Mazaleón, que fue secretario del Fomento dejó escrito en el prólogo del reglamento de la sociedad publicado en Zaragoza que “La tierra baja tiene dos hombres cuya talla no han medido bien todavía sus compaisanos de los siglos XIX y XX: don Juan Pío Membrado y D. Santiago Vidiella: el edificio de nuestra unión, en lo que tiene de personal, sobre esas dos piedras miliarias se había de levantar”. Se refiere, claro, al edificio de la unión en el Fomento del Bajo Aragón.

Impulsar el asociacionismo entre los agricultores fue uno de los objetivos que se marcaron los regeneracionistas bajoaragoneses como un medio ineludible para conseguir el desarrollo integral del medio rural. La conciencia, fatalista incluso, sobre la situación en que viven los pueblos del medio rural español hace que los regeneracionistas del Bajo Aragón consideren que “la ignorancia es la mayor de las esclavitudes” y que combatir el analfabetismo, que afecta al más del 50% de la población y contra el que no se luchará con eficacia hasta la segunda República, es una tarea inaplazable si se ansía lograr un justo “equilibrio entre la población urbana y la rural” del que habla Membrado en su conferencia ante el Ateneo de Zaragoza, en marzo de 1911.

La aceptación no resignada del atraso en que vivían los pueblos rurales era tal que en 1903 José Pardo Sastrón, desde su perspectiva católica de los problemas sociales, en el anuncio a la comunidad científica española del nacimiento de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, escribió: “¡Aragón! País desconocido por excelencia. País abandonado y olvidado por los gobiernos españoles. ¿Van misioneros españoles al África? ¿Van comisiones científicas a explorar países lejanos? No tenían que ir tan lejos. Aquí en su propia tierra encontrarían faena larga. Aquí en nuestra nación podrían hallar honra y provecho”.

En este contexto, los regeneracionistas del Bajo Aragón promovieron en el verano de ese mismo año (1903) la creación de una ponencia encargada de redactar las bases y estatutos de una asociación o comunidad de fabricantes de aceite del Bajo Aragón. Esta ponencia envió, el 23 de agosto de 1903, un manifiesto impreso a 93 productores de aceite de Híjar, La Puebla, Albalate, Escatrón, Caspe, Alcorisa, Valdealgorfa, Valjunquera, Beceite, Torre del Compte, La Fresneda, La Portellada, Ráfales, Valderrobres, Belmonte, Torrevelilla, Castelserás, Calanda, Urrea de Gaén, La Codoñera, Maella, Valdeltormo, Fórnoles, Alcañiz y Calaceite.

La ponencia realizó numerosas sesiones de trabajo, elaboró circulares con distintos modelos y propuestas para la formación del sindicato de fabricantes de aceite y, sobre todo, redactó un borrador de estatutos con 45 artículos y dos disposiciones transitorias. Al parecer, tales estatutos no llegaron a ser aprobados nunca. Los ponentes convocaron una gran concentración de fabricantes de aceite para el 10 de septiembre de 1903, en el Casino Artístico de Alcañiz. Pero de grande tuvo muy poco porque tan sólo asistieron siete de los productores convocados. Tal como informó el periódico El Eco del Guadalope del día 24 del mismo mes, la reunión fue un fracaso. Membrado pronunció un discurso, en nombre de la ponencia, en el que certificó, muy a su pesar, que “no es lo mismo establecer una sociedad en donde existen ya muchas que han creado costumbre e infundido confianza en la cooperación, que implantarla en una comarca cuyo culto a la independencia individual constituye un obstáculo importantísimo” .

Fomento del Bajo Aragón

Con tales antecedentes, no resulta extraño que Membrado se mostrara reacio a embarcarse en nuevas aventuras colectivas, como la del Fomento del Bajo Aragón. Hasta que en el verano de 1912 se produce un movimiento inesperado que, por venido de fuera, es el empujón que necesitaban los regeneracionistas bajoaragoneses para decidirse a concentrarse de forma visible en una organización, que ha de ser apolítica, en la que confluyan todas las personas capacitadas para trabajar por el desarrollo de la comarca. La llegada a Alcañiz de un representante de la recién creada Federación Nacional Olivarera marca el inicio de una serie de encuentros entre agricultores y personas influyentes de Alcañiz y los pueblos de su entorno que desembocarán en la creación de la sociedad Fomento del Bajo Aragón.

Tras la reunión que siguió a la conferencia olivarera, el 21 de julio de 1912, en los Escolapios de Alcañiz, Membrado decide embarcarse sin titubeos en el proyecto del Fomento. Pero hay que dejar bien atadas algunas condiciones previas imprescindibles antes de echar a andar. Una de ellas es que el proyecto debe contar con el concurso de Santiago Vidiella, a pesar de que el abogado de Calaceite atraviesa por un momento delicado de salud. Vidiella es nueve años más joven que Membrado y su persona de mayor confianza en el Bajo Aragón junto a su sobrino Carlos Estevan. La relación con éste, notario natural de Valdealgorfa, hijo de su hermana Faustina Membrado Ejerique, es familiar, por encima de cualquier otra consideración.

En cambio, entre Vidiella y Membrado existe una mutua admiración, además de una sólida amistad, fortalecida con el paso de los años. Ambos son conscientes de que un proyecto como el Fomento precisa de su concurso si ha de tener las mínimas garantías de éxito. Por eso los dos apoyan la idea tras haber cerrado un compromiso previo particular en distintas reuniones, mantenidas a lo largo de este mes de agosto de 1912, preferentemente en casa de Carlos Estevan, en Valdealgorfa.

Al margen de su delicado estado de salud, en 1912 Vidiella no atraviesa por su mejor momento, desde que tres años antes, en 1909, se viera obligado a dar por terminada una de sus grandes obras, como fue el Boletín de Geografía e Historia del Bajo Aragón que él mismo había fundado en 1907. En todo caso, la repercusión alcanzada por el “grupo del Boletín” que, encabezado por Vidiella, estaba integrado por grandes investigadores y estudiosos de la época, como Matías Pallarés, Lorenzo Pérez Temprado o el arqueólogo Juan Cabré, fue enorme y ha perdurado hasta la actualidad.

La complicidad entre Membrado y Vidiella en la defensa de los intereses de la comarca es incluso geográfica. En bastantes ocasiones se citan para cambiar impresiones a medio camino entre Calaceite y Belmonte, en las Ventas de Valdealgorfa. Con relación a las primeros encuentros que se están celebrando para la formación del Fomento, Membrado le dice a Vidiella que “usted y yo estamos en el mismo caso; la distancia que de Alcañiz nos separa ha de hacer muy pesada nuestra asistencia a las reuniones. Claro que es un deber responder a estos movimientos del país para ver si sale de su desdichado atasco, pero para cumplir exactamente con ese deber tendríamos que hacer sacrificios de los que están libres los que habitan en la cabecera de partido” .

Más explícito es Vidiella en una carta que dirige a Membrado, ya presidente del Fomento:
“Mi amigo siempre estimado y hoy respetable presidente: No bien convalecido todavía de mi enfermedad, es esta una de las primeras cartas que escribo después de ella; pues me ha dejado tan desmadejado y con señales de una larga duración, que hay pocas ganas de plumear. Estoy sometido al trato y régimen de los diabéticos, con lo cual no hay que decir a usted más para comprender la delicadeza de mi actual estado, por más que el médico (y también yo) confía en la curación.
“Me satisfizo el resultado de la Asamblea de Alcañiz y lo animosos que volvieron de ella los concurrentes de Calaceite. Así Dios nos dé salud para corresponder con buenas obras en pro del país a la estimación (un poco platónica) que nuestros coterráneos nos tienen y demuestran. Yo creo que es un signo de que aún hay esperanza de redención y de que el país no está del todo podrido, este responder de la gente cuando llaman D. Juan Pío y D. Santiago, es decir, los hombres que no quieren políticas ni trampas, ni han desmentido nunca su buena fe.
“Ánimo, pues, y que esa Presidencia sea tan gloriosa como deseo. Mi parabién y el ofrecimiento de mis auxilios hasta donde yo pueda llegar.
“Basta por hoy de epístola.
“Le quiere muy de veras su amigo,
“Santiago Vidiella”.

Vidiella recela todavía más que Membrado de la actividad política convencional. A Vidiella le agrada poco la evolución hacia el regionalismo que, aunque encubierta bajo el manto del ruralismo, observa en su admirado amigo de Belmonte. A don Juan Pío le gustaría que Aragón recuperara el sistema foral que perdió definitivamente en el siglo XVIII. Don Santiago entiende, por el contrario, que es poco lo que cabe recuperar del pasado:

“... ... Sepa usted que he perdido mis antiguos fervores regionalistas, rayanos en el nacionalismo aragonés a la manera de Cambó y de Moneva. He visto que las instituciones antiguas del Reino no le hicieron, en general, ni próspero, ni bien gobernado, y que esas libertades y lindezas de la tradición y de los libros, eran libertades para exclusivo uso de oligarcas y caciques, ni más ni menos que la libertades españolas actuales. Hablo del régimen de Aragón como Estado: los municipios, sí, éstos disponían de mayor autonomía, como los catalanes, castellanos y gallegos, y sola esta nota tengo por aprovechable de lo antiguo: lo demás, está bien en las historias y no vale la pena de emplear trabajos en resucitarlo. Lo que falta es ciudadanía, plasticidad política, resolución de vivir ordenadamente, que instituciones sencillas y adecuadas no faltarán, sin necesidad de volver la vista atrás. ¡Ah, si hubiera ética!

“He borrado, pues, de mi bandera el regionalismo seminacionalista. Y estoy a punto de borrar el regionalismo que signifique la unión, acción común de todo Aragón para defender y fomentar otras cosas que las que son propias, generales, peculiares y dignas de conservarse; y éstas son muy pocas: El Pilar, la viudedad y la jota. Las cosas e intereses que afecten sólo a una parte, que las cuide de cerca y con eficacia esa sola parte, mediante la facultad de hermanarse los pueblos sin trabas ni tutelas. Porque siempre será un sueño que los pueblos de la provincia de Huesca o serranía de Teruel se interesen con calor por el pantano del Pena.

“Por consiguiente, entiendo que las palabras escritas en nuestra bandera deben ser dos solas: municipalismo y ruralismo. Y con miras a toda España.

“El primero pide: la instrucción y educación ciudadana, para que los pueblos puedan gobernarse y obedecer a su gobierno; personalidad y autonomía municipal muy aseguradas; facultad de unión con otros pueblos, aragoneses o no, para los fines de interés común; y en la parte (escasa) de reglas municipales reservadas a la legislación general, clasificación y categorías de municipios, a partir de bases simplicísimas para las localidades de 1.000 habitantes abajo.

“El ruralismo significa: aseguramiento del respeto a la propiedad rural y a la tranquilidad de las personas que la cultivan; no perdonar medio de contrarrestar la corriente de dejación de la tierra para linchamiento de las ciudades; caminos y riegos; protección racional para abastecimiento de máquinas y abonos.

“Yo, diciendo la verdad, abrigo mis recelos sobre las resultancias de la autonomía municipal; porque es mucho el sueño y dejadez de los pueblos. Pero (aparte de que pienso que no llegarán los daños del mayor desquiciamiento autonómico a los actuales de la tutela centralista, y, mal por mal, el primero parecería más consolable) veo que los pueblos avisados y diligentes, que alguno habría, sacarían gran partido de su libertad, y es indudable que las municipalidades antiguas, si no sacaron de ella el partido máximo, hicieron mucho, con los medios entonces disponibles. ¡Qué podría ser hoy con tantos medios, con este vivir multiplicado y amplio en todas sus cosas” .

Las advertencias de Vidiella tienen miga y apuntan a la línea de flotación. Están realizadas cinco años después, en 1917, pero aportan una impagable reflexión sobre el significado real del desembarco conjunto de Vidiella y Membrado en la puesta en marcha del la sociedad Fomento del Bajo Aragón. Sus coincidencias no son plenas en todo pero sí en lo que se refiere a la forma de impulsar el movimiento regeneracionista en el medio rural. Vidiella ha decidido apartarse del regionalismo cercano a un nacionalismo étnico. Membrado, no obstante, ha aprendido, a fuerza de experiencias como la del Fomento, que la regeneración del medio rural se ha de encontrar, en gran medida, fuera de su propio ámbito. Y parece evidente que movimientos como el regionalista ofrecen la oportunidad de abrir el campo de actuación. Aunque, a juicio del líder rural de Belmonte, de nada sirve el regionalismo si no es como plataforma descentralizadora a favor, principalmente o casi de manera exclusiva, del desarrollo de los pueblos rurales, desprotegidos y estancados en el pasado.

En cualquier caso, si el desencanto político queda patente en Vidiella no parece que sea menor en el autor de El porvenir de mi pueblo. Membrado considera que “Somos pocos, poquísimos, los que en política pensamos de una manera austera, abnegada, pura, enderezada al bien común, independiente de los provechos particulares y bastardos asequibles por el mangoneo mal llamado político. Quien no renuncie del todo y para siempre a la esperanza de esos provechos, no es útilmente agrupable en el sentido de la base: es más; es una levadura de desunión y de fracaso. Y esta resta espanta”.

El Fomento fue una sociedad de vida muy efímera. No obstante, en sus primeros seis meses de existencia fue capaz de lograr reunir 253 socios de cuota en 39 poblaciones de los partidos judiciales de Alcañiz, Híjar, Castellote y Valderrobres. Se constituyó en otoño de 1912 y apenas sobrevivió hasta finales de 1915. La sociedad celebró un acto público constituyente el 18 de mayo de 1913 en el Teatro de Alcañiz con dos ponentes que fueron Carlos Estevan y Santiago Vidiella. El primero habló de la cultura como motor del desarrollo y Vidiella trató de dos cuestiones vitales, a su entender para la sociedad rural: labor y el ahorro.

El 14 de noviembre de 1914, a los dos años justos de la primera asamblea de socios, Juan Pío Membrado presentó su dimisión irrevocable como presidente del Fomento, aparentemente por motivos de edad y de salud. La realidad, en cambio, fue muy otra. El Fomento no supo o no pudo mantener la independencia política que para la sociedad ansiaban Vidiella y Membrado. Las disensiones internas, sobre todo entre liberales como Epifanio García Ibáñez y carlistas como Víctor Navarro, hicieron imposible su continuidad.

A Membrado le sustituyó el médico Epifanio García Ibáñez, una figura de gran influencia y relevancia en la época, como presidente del Fomento. De la nueva Junta directiva salieron tanto Membrado como Vidiella. Con ellos y sobre sus hombros nació el Fomento. Todo el mundo sabía que sin ellos la sociedad moriría pronto. Al Fomento le hizo mucho daño el carácter excesivamente conservador que la sociedad le asignó. El apoyo, florido y adulador, que dispensó el periódico Tierra Baja, controlado desde la sombra por el eterno diputado conservador Rafael Andrade, aunque dirigido por Manuel Foz, fue letal para Fomento. Los directores de todos los periódicos de cualquier tendencia eran miembros natos de la dirección de Fomento y todos aplaudieron su nacimiento. Sin embargo, la entidad no pudo librarse de los tentáculos conservadores, si bien Membrado fue explícito al afirmar que “si los liberales no han participado en el Fomento ha sido porque no han querido”. Y que los liberales dieran la espalda a la sociedad fue determinante.

Junto al Fomento es necesario citar, dentro del esfuerzo regeneracionista por impulsar el asociacionismo, una importante iniciativa de Vidiella como fue la creación en Calaceite del Sindicato Agrícola en 1907 y que perduró hasta 1933. A la apertura de la Casa-Sindicato, en diciembre 1915, don Santiago invitó a Membrado por entender, le decía en una carta, que “a estos actos usted no puede faltar”.

Objetivos compartidos

Vidiella y Membrado comparten plenamente la visión que tienen del “país”, el Bajo Aragón, y los objetivos generales, inmediatos e ineludibles, que se han de conseguir para sacarlo de su retraso y ostracismo.

1.- Ante todo, elevar el nivel cultural de los pueblos rurales es una tarea inaplazable. Como he dicho antes, en el café de Belmonte hay un cartel colgado en la pared, que es un anuncio de una empresa de seguros, y que dice: “la ignorancia es la mayor de las esclavitudes”. Vidiella y Membrado están convencidos de que en las ciudades no sólo es más alto el nivel de vida en todos los órdenes que en los pueblos, sino que aquellas son sinónimo de sabiduría y éstos de ignorancia.

2.- Fomentar la Educación. Muchos pueblos, en el paso del siglo XIX al XX, tienen escuelas de niñas y de niños en pésimo estado. La enseñanza y la educación de las nuevas generaciones es deficiente a todas luces y el nivel de analfabetismo en España es un punto negro en Europa.

3.- Es imprescindible utilizar el poder de la prensa como principal motor del desarrollo rural. Vidiella, a los 24 años, promueve en Calaceite el periódico “El confín aragonés” uno de cuyos principales colaboradores es Membrado. El de Bellmunt escribe estos artículos en El Confín: “El agua y los labradores”; “Contra la sequía, labores; “Contabilidad agrícola”; “La mula negra”; “Lo que es el progreso agrícola”; “Estercoleros”; “El par de mulas”; “Agricultores teóricos y prácticos”; “Cultivo intensivo y extensivo”. La publicación, como tantas otras, tiene corta vida y perece sin remedio a finales del mismo año 1884. El 16 de julio de este año, Membrado escribe una carta a los promotores de “El Confín” en la que entre otras cosas, dice: “Mis inolvidables Bautista y Santiago: La grave enfermedad de El Confín es de las que los médicos llaman congénita, para todas las publicaciones locales... Ya sabéis el interés que me ha inspirado El Confín y bajo ese sentimiento os digo que si debe teneros sin cuidado que muera porque todo muere, debéis procurar que muera con honra...”

No obstante, el de Calaceite no desmaya y hacia 1904 existe una sección en el periódico de Alcañiz, El Eco del Guadalope, denominada “Entre páginas de Historia y Geografía Regional” que es como un anticipo de la gran obra que va a crear y dirigir Santiago Vidiella entre 1907 y 1909: El Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón. Entre los papeles de José Pardo Sastrón, custodiados en el Archivo Histórico de Alcañiz, se encuentra una hoja suelta de El Eco del Guadalope correspondiente al 16 de julio de 1904 en el que aparece, en la citada sección Entrepáginas, un artículo de Vidiella titulado “Meteoros”. En él dice, por ejemplo, que “para lluvias de rara abundancia y perjuicio las del año 1783. Sobre una tormenta que descargó agua con una insólita prodigalidad desde la madrugada del 17 de septiembre hasta la tarde del mismo día, y que sólo en Calaceite causó un daño apreciado de orden superior a 66.000 sueldos, llovió copiosamente después en tres ocasiones. Se repitió el meteoro con alarmante intensidad durante los días 1 y 2 de noviembre, y vino a coronar la obra con mayor fuerza todavía el día 9. Declara en resumen el anotador que en 100 años atrás no habían sucedido tantos estragos, según relación de los hombres más ancianos, después de apuntar que en Arens de Lledó se habían hundido cinco casas y que en Maella había subido el agua del Matarraña catorce palmos sobre el puente, llevándose los antepechos, y no toda la fábrica porque venían muy altos los árboles y maderas que arrastraba la corriente”.
Membrado, que es presidente del Fomento del Bajo Aragón entre 1912 y 1915, dirige el Boletín informativo de esta sociedad del que se publican 10 números y cuya colección completa se conserva en el Archivo Membrado de Belmonte. Membrado escribe para todos los periódicos comarcales y regionales. Ningún director quiere prescindir de sus colaboraciones. No es nada exagerado afirmar que hay semanas en que todos los días ha aparecido un artículo con la firma de Membrado entre los periódicos de Alcañiz, los de Zaragoza y las publicaciones especializadas en cuestiones rurales y agrícolas de tirada nacional.

4.- Obras publicadas. De Membrado escribió Juan Moneva y Puyol en 1907 que “es abogado con título y sociólogo sin él pero con muy demostrada pericia de tal”. Su primera obra fue “La agricultura como profesión” (Madrid,1895) pero quizá de mayor impacto social fue la segunda “El por venir de mi pueblo. Batalla a la centralización” (Zaragoza, 1907). En fascículos aparecieron algunas de sus conferencias o comunicaciones para congresos y seminarios como “Equilibrio entre la población urbana y la rural” (Zaragoza, 1911), “Cultivo de cereales en secano” (Alcañiz, 1913), “De cómo y por qué fue al ruralismo” (Zaragoza,1915), “Los pueblos de Aragón ante el Regionalismo” (Zaragoza y Barcelona, 1917).

Santiago Vidiella. Además de sus colaboraciones en los periódicos como la citada de Entrepáginas en El Eco del Guadalope y otras muchas más y volviendo a recordar su obra más importante como fue el Boletín de Geografía e Historia del Bajo Aragón, Santiago Vidiella publicó en 1896 un libro sobre historia de Calaceite, titulado Recitaciones de Historia Política y Eclesiástica de Calaceite, reeditado en 1996 por el Ayuntamiento de Calaceite, el Instituto de Estudios Turolenses y el Centro de Estudios Bajo Aragoneses. En el excelente prólogo escrito para la reedición, José Ignacio Micolau Adell resalta la labor realizada por Vidiella como historiador de la Tierra Baja. Algunos años antes, en su trabajo “Labor y ahorro. Conferencia dada por D. Santiago Vidiella a la Sociedad Fomento del Bajo Aragón, en el teatro de Alcañiz el día 18 de mayo de 1913”, Boletín del Centro de Estudios Bajoaragoneses, nº 1, Alcañiz, 1981, p. 126, Micolau había escrito. : “No tememos calificar de moderna la concepción de la Historia de Santiago Vidiella y su práctica como historiador; el autor que nos ocupa es crítico con los documentos y muy riguroso con autores, como el alcañizano Zapater, cuya fiabilidad pone en duda en diferentes ocasiones, por no apoyarse en fuentes documentales y dejarse llevar por mitos y leyendas, el permanente recurso a las fuentes documentales en su obra le sirve para descalificar muchos de los lugares comunes de una historiografía romántica; ...”. En el prólogo de las Recitaciones, Micolau recalca su visión de Vidiella como historiador al afirmar: “Hemos escrito en otra ocasión que Santiago Vidiella fue una de las figuras de mayor relieve de la historiografía aragonesa. El examen detenido de su obra impresa y de sus manuscritos inéditos, le otorgan, si duda, el lugar más relevante entre los historiadores del Bajo Aragón”. Por otro lado, el Centro de Estudios Aragoneses (CESBA) publicó hace unos años la obra inédita de Vidiella Contribución al Catálogo de Comendadores de Alcañiz. Orden de Calatrava.

5.- Honores y reconocimientos compartidos. La labor de los regeneracionistas está llena de sinsabores hasta el punto de que Membrado afirma en “El porvenir...” que “me considero un fracasado en mi pueblo”. Quizá Vidiella, ocupado en labores de investigación histórica sobre su tierra, tiene una visión menos fatalista que Membrado acerca de la vida en los pueblos.

Tengo para mí que Membrado y Vidiella, por sus vivencias religiosas propias de la época, se tomaron su tarea social en sus pueblos y su comarca como un APOSTOLADO. De hecho, Saturnina Jasá i Foncuberta, religiosa cofundadora de la Compañía de Santa Teresa y que se encuentra en proceso de beatificación, le dice en una carta a su sobrino Santiago que “...ya ves, llevaré desde hoy una vida parecida a la tuya, vida de estudiantes...”. Membrado escribe en una de sus obras “que más se hace con la reflexión y el estudio que de ninguna otra manera” . Pero quizá piensa erróneamente que al ejercicio de pensar y discurrir hay que pedirle una pronta cuenta de resultados. En tal caso, no hubieran existido ni la filosofía ni los filósofos en la historia de la Humanidad.

De todas formas, es justo reconocer que tanto la labor de Membrado como la de Vidiella fueron reconocidas incluso ya en vida de ambos. En 1915, se les comunicó la concesión del título de Caballero de la Orden de Carlos III y de Comendador de la Orden de Isabel la Católica, respectivamente. Las correspondientes medallas les fueron entregadas en enero de 1916, previo pago de las mismas, algo que Vidiella se tomó con más humor e ironía que Membrado. Ninguno de los dos acudió a Madrid a recoger las condecoraciones que les fueron remitidas por Correo.

Hubo un intento de nombrar a Membrado presidente de honor del Ateneo de Zaragoza donde pronunció muchas de sus conferencias. Pero desconozco si llegó a ejecutarse. Santiago Vidiella fue, además, nombrado, el 24 de noviembre de 1917, correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza y en 1923 accedió al puesto de correspondiente de la Real Academia de la Historia.

6.- El regeneracionismo lingüístico de Vidiella y Membrado.
El profesor Artur Quintana i Font dijo el pasado 5 de noviembre en Alcañiz, en el Curso de Humanidades del Instituto de Estudios Humanísticos de Alcañiz que “los primeros estudios del catalán hablado en el Bajo Aragón son los del filólogo mallorquín mosén Antoni Maria Alcover, autor del Diccionari català-valencià-balear, obra de capital importancia para esta lengua, y para cuya redacción Alcover hizo encuestas en dos ocasiones en Calaceit, la primera en 1901, la segunda veinte años después, en octubre de 1921. Alcover consiguió que el historiador calaceitano, Santiago Vidiella, se interesara por la lengua catalana y le aportara información de Calaceit que incluyo en el Diccionari. Seguramente el contacto de Vidiella con mosèn Alcover debió ser decisivo para que aquél se decidiera a pronunciar en catalán unas conferencias sobre historia y tradiciones calaceitanas que en 1916 le habían pedido desde la Junta del Orfeón de Calaceit. Una parte de esas conferencias, que en vida de Vidiella permanecieron manuscritas, se ha conservado y se publicaron en 1984. Vidiella se sintió obligado a justificar ante su público el hecho de pronunciarlas en catalán, y así dice –traduzco: Conozco que os sorprenderá esta manera de hablar. Pero decidme: si se trata de un convite amoroso de pan de casa, conviene que todo sea de casa, y no lo parecería totalmente si desgranásemos la conversación en castellano. [...] no, no, Tenemos que hablar en el lenguaje que ha hecho su nido entre el Algars y el Matarranya, entre Los Germanells de Maella i la Vall Rovira; tenemos que probar, siquiera por una vez, si tiene savia, si tiene nervio, si es quien para expresar en términos decentes toda la vida local, desde las cosas más sencillas a las más altas [...]. En el manuscrito de Vidiella, en una nota al margen, escribe éste: Con gran sorpresa mía ocurrió que la primera lección de mis parlas caseras, no obtuvo sino una atención tibia de [los] oyentes, y precisamente por la novedad de venir puesta en su lenguaje de cada día, y de cada casa, hecho que me explico ni trato de aquilatar, aunque me agrada si es que significa una tendencia y un voto a la permanencia e imperio del castellano en estas cosas serias,...” (Hasta aquí, la cita del doctor Quintana).

Es decir, el regeneracionismo lingüístico de Vidiella y Membrado fue mayormente, por no decir exclusivamente, sobre todo en el caso del bellmuntá, castellano. A ellos les preocupaba acabar con el analfabetismo existente en la época. El catalán era la lengua menor y la castellana era el vehículo por el que había de llegar el auténtico desarrollo cultural de los pueblos rurales.
Escuché de niño que Membrado hablaba un perfecto catalán. Pero jamás publicó nada, lo mismo que Vidiella, en este idioma que era el que utilizaba, claro, a diario. Juan Moneva i Pujol, que lo sabía, le escribía cartas como ésta a Belmonte:
“Senyor Joan Píus Membrado i Ejerique.
“Benvolgut amic i compatriota:
“Haig sabut de l’Assamblea municipalista a Barcelona, i encara qu’em trobava llest per anar-hi, ben llegida la seva convocatoria, n’on puc, car no’ns han deixat lloc als singulars individuus qu’estudiem mes no tenim representació des municipis. Aixó’s remeiaría artificialment donant-mi una representació: sería peró un cunerisme llegt; els pobles tenen d’esser representants per la gent d’ells mateixos.
“Vull, aixó apart, fer constar devant vos, capdevanter del moviment, que no es cap mancament de voluntat ho que’m tè lluny d’aquixa tasca de ruralisme.
“ Molt vostre, Joan.
“ Saragossa, lo 14 juny 1914” (22)

Juan Moneva, que como también dijo la semana pasada Artur Quintana en Alcañiz, puede ser considerado junto al escritor decimonónico Braulio Foz de Fórnols, representante intelectual del Aragón trilingüe, veía el porvenir de las lenguas aragonesas de distinta forma que en los pueblos. Algo semejante ocurre hoy.
De Vidiella se conoce una mayor sensibilidad por la lengua catalana de esta Tierra Baja, como se desprende de la cita de Quintana que acabo de leer, debido a su cercanía a Catalunya y su amistad con ilustres filólogos catalanes de la época. No obstante, sus manuscritos en catalán, no vieron la luz hasta que se publicaron en los años ochenta del siglo pasado en la colección ‘Pa de casa’ del Gobierno de Aragón. En todo caso, la frase de Vidiella a favor del idioma que recibió de sus padres es del todo regeneracionista: Tenemos que hablar en el lenguaje que ha hecho su nido entre el Algars y el Matarranya, entre Los Germanells de Maella i la Vall Rovira...”

Nada más. Muchas gracias.



Calaceite, 14 de noviembre de 2008

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