sábado, 21 de noviembre de 2009

El libro "parlante" del Bajo Aragón


José Ignacio Micolau, junto al hispanista Ian Gibson, en el último curso del Instituto de Estudios Humanísticos (IEH) de Alcañiz.FOTO FRANCISCO CLIMENT.



CUESTIONES BAJOARAGONESAS

Ramón Mur
(Discurso pronunciado en la presentación del libro "Cuestiones Bajoaragonesas" de José Ignacio Micolau, el 21 de noviembre de 2009 en el auditorio del Palacio Ardid de Alcañiz)


‘Cuestiones Bajoaragonesas’ es un libro que habla. Como esas rejas de hierro forjado que protegen ventanales de algunas casas solariegas y a las que llaman “parlantes” porque llevan grabadas una inscripción. “Soy de José Ignacio Micolau Adell, año de 2009” podía haberse escrito sobre la portada de este libro parlante del Bajo Aragón, tomado en toda su extensión territorial. Este libro habla de la actualidad de la Tierra Baja, utilizando nuestro más reciente pasado como punto de partida que lo explica todo o casi todo de nuestro presente ser natural.

En ‘Cuestiones Bajoaragonesas’, Ignacio, como llama al autor en el prólogo el director del Instituto de Estudios Humanísticos, José María, Pepe, Maestre, mantiene un rico y fluido coloquio con el lector desde tres vertientes que yo quiero aquí y ahora destacar:

1º Nacido en Torre del Compte (Matarranya) en 1956, Ignacio es Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí recibió una cuidada y rigurosa formación de grandes maestros que le introdujeron por el moderno y crítico camino de la investigación histórica. Ignacio es un historiador de criterios propios, no encuadrado en grupos o escuelas determinadas y con autoridad para hacer distinguir el grano de la paja en la investigación de la historia local y comarcal del Bajo Aragón.

Así, ya desde su juventud, la ‘auctoritas’ científica de Ignacio hizo posible que muchos pudiéramos conocer, por ejemplo y por vez primera, que la figura de Santiago Vidiella i Jassá representaba un testimonio digno de toda credibilidad en el estudio de la Historia del Bajo Aragón. Ya en el lejano año de 1981, el número 1 del Boletín del Centro de Estudios Bajoaragoneses (CESBA), que Ignacio creó, todavía en Barcelona, durante sus años de estudiante, con otros condiscípulos amigos bajoaragoneses, recogía un trabajo del entonces joven historiador en el que observaba con esa ‘auctoritas’, a medias innata y adquirida en los años de su formación universitaria: “No tememos calificar de moderna la concepción de la Historia de Santiago Vidiella y su práctica como historiador; el autor que nos ocupa es crítico con los documentos y muy riguroso con autores, como el alcañizano Zapater, cuya fiabilidad pone en duda en diferentes ocasiones, por no apoyarse en fuentes documentales y dejarse llevar por mitos y leyendas, el permanente recurso a las fuentes documentales en su obra le sirve para descalificar muchos de los lugares comunes de una historiografía romántica…”

Por aquella misma época, el CESBA publicó la reedición, en facsimil y en tres volúmenes, del Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón (1907, 1908 y 1909), fundado y dirigido por Santiago Vidiella. En 2007, con ocasión del centenario del Boletín, CESBA lo volvió a reeditar, en esta ocasión en versión digital. En muchas casas disfrutamos de los tres volúmenes de la primera reedición del Boletín y no sería fácil saber hoy a cuantos historiadores locales ha servido esta obra, ya agotada desde hace años, como fuente documental o de decisiva consulta.

La faceta de Ignacio Micolau como historiador, especialista, concretamente, en Historia Contemporánea, se desarrolla en este libro ‘Cuestiones Bajoaragonesas’, sobre todo en la primera de las tres partes en que está dividida la obra y que lleva por título ‘De ayer y de hoy’. No desearía extenderme en detalles sobre el contenido de la obra del que corresponde hablar a su autor. Pero me gustaría resaltar el artículo o capítulo ‘La comarca que quiso ser provincia’. “A nuestro modo de ver, –escribe Ignacio Micolau– hay dos elementos que ayudan a comprender el proceso de construcción de cierta identidad bajoaragonesa durante el siglo XIX: por un lado, la larga duración de la división en corregimientos –y la identificación del Corregimiento de Alcañiz con la Tierra Baja– debió dejar su huella en las mentalidades colectivas y, por otro, la división provincial de noviembre de 1833, que desde la comarca bajoaragonesa será permanente cuestionada”.

Lo que Micolau llama “desencuentro provincial” es cuestión delicada, sin duda, pero de importancia, e incluso, ¿por qué no?, de palpitante actualidad para las nuevas “mentalidades colectivas” del Bajo Aragón. Una cuestión, por tanto, que en modo alguno puede ser obviada por un especialista en nuestra historia contemporánea, ponderado y de rigor, como es el autor de este libro.

2º El segundo aspecto que deseo resaltar del libro que ahora presentamos es que está escrito por una persona que conoce como nadie el Bajo Aragón sobre el que aborda las 18 cuestiones recopiladas en este volumen y que fueron publicadas de diferente manera y en distintos formatos o medios a lo largo de los últimos 30 años, aproximadamente.

En el año 2003 apareció el tomo séptimo de la Colección Territorio del Gobierno de Aragón, dedicado a la comarca del Matarranya, coordinado por José Antonio Benavente Serrano y Teresa Thomson Llisterri quienes me encomendaron entrevistar a cinco personalidades sobresalientes del Matarranya actual. Escogimos al párroco músico de Valdeltormo, mosén León Andía; al industrial Enrique Bayona; al político Alfredo Boné, natural de Torre del Compte igual que Ignacio; a la tristemente desaparecida pintora de Beceite, Gema Noguera y al autor de este libro, ‘Cuestiones Bajoaragonesas’.

La entrevista es un género periodístico que acerca como ningún otro al profesional de la información con la sociedad. Este verano falleció Joaquín Ruiz Jiménez, primer Defensor del Pueblo de la actual democracia española, a quien tuve la suerte de entrevistar en Vitoria. Siempre pensé que era una de las entrevistas, entre las muchas que he realizado a lo largo de mi vida, de la que más satisfecho quedé y de la que más orgulloso me sentía. Pero estos días he releído la que hice a Micolau para el libro del Matarranya y, perdonen la vanidad, me parece una buena entrevista. Sin duda, por el nivel del entrevistado y quizá también por el conocimiento que, en este caso yo mismo, el entrevistador, tenía del entrevistado. Aunque conviene no olvidar que en muchas ocasiones el excesivo conocimiento de la persona a entrevistar puede condicionar el resultado de una entrevista.

El caso es que yo, en la citada entrevista, comenzaba por afirmar que “José Ignacio Micolau Adell es un bajoaragonés que exhibe un aire de hombre del Matarranya incluso en el porte físico”. No me retracto de lo escrito, si bien debo ahora añadir que el autor de ‘Cuestiones Bajoaragonesas’ es un genuino ejemplar del Matarranya injertado en Alcañiz desde los 9 años. En esta ciudad, como tantos hombres y mujeres de esta comarca, se formó, creció junto a sus tías de la calle Caldereros, se casó y se gana la vida para llevar adelante su existencia y la de los suyos. Sobre el frontis mismo de este libro, Ignacio dejó escrito que “Alcañiz es la ciudad más mediterránea de Aragón, situada en el centro de una extensa comarca del sur del Ebro, a la que se denomina Bajo Aragón o Tierra Baja. El río Guadalupe riega su ancho término y envuelve el viejo núcleo urbano, como si de una hoz se tratara”.

Hombre de esta tierra, José Ignacio Micolau escribió, al recordar a Teresa Jassà, (página 209 de ‘Cuestiones Bajoaragonesas’) que “en años de formación en la Universidad de Barcelona y en la Biblioteca de Catalunya, Vidiella me hizo “descubrir” el territorio de mi infancia y mi linaje”. Tanto lo descubrió que, al hablar de Vidiella y de su empleo del catalán, el autor de ‘Cuestiones Bajoaragonesas’ afirma con rotundidad: “Pensemos que los comienzos de siglo (XX) fueron una época, entre las muchas, de fuerte anticatalanismo en Aragón”. Y permítanme que les comente que no hace falta mirar, en este sentido, demasiado lejos en el tiempo.


3º Por fin, es justo y muy importante afirmar que el autor de ‘Cuestiones Bajoaragonesas’ es un excelente escritor, redactor de cuidada literatura. Y es así porque Micolau es un consumado lector. En la entrevista antes citada, confesaba que “yo me hice lector en la adolescencia, ya en Alcañiz. De la escuela (en Torre del Compte) recuerdo la Historia Sagrada y los libros de Enid Blyton. Al pueblo venía un familiar, mi tío Víctor Mateo, que era maestro en Barcelona y que tenía muchos libros en el Mas de Roda. Pero puede que me ayudara a aficionarme a la lectura el hecho de que en mi casa estábamos suscritos al periódico La Vanguardia. Me gustaba mucho el cine y bajaba a las fiestas de Alcañiz sólo por ir al cine, en el Guallar, en el Roch o en el de los Escolapios. Y yo me devoraba todas las críticas de cine de La Vanguardia. El periódico lo compartíamos con mi tío José y todas las noches me tocaba pasar a su casa la edición del día anterior”.


El más mediano escritor surge siempre de un constante lector. Lo que quiere decir que un excelente escritor es un grandísimo lector. En esta casa, en la que nos encontramos, todo invita a leer. Recuerdo que en una ocasión llamé a Ignacio desde Vitoria y me contó que había realizado un viaje a Barcelona en tren, leyendo las memorias de Julián Marías. A los pocos días compré los tres tomos del discípulo predilecto de Ortega y Gasset. Otro día, en esta misma casa, recibí de Tere Thomson la recomendación de leer ‘Romance de ciego’ de Ángeles Irisarri. Lo leí yo y muchos de mi entorno lo leyeron también. Otro tanto sucede en esta casa en el despacho de Tomás Hernández con el que siempre hay ocasión de comentar las últimas novedades bibliográficas que pasan por aquí. O con Carmen Lancis, que lleva un Taller de Lectura.

En esta casa, bajo la batuta de Ignacio Micolau, si algo se hace es leer e incentivar a la lectura. Y se nota en este libro. Su autor cuida incluso cambiar de estilo literario según sea el destinatario. Para un folleto turístico editado por el Ayuntamiento de Alcañiz, Micolau escribe sobre el Teatro de la ciudad: “Los miembros de esa pequeña burguesía finisecular aficionados a la música y al teatro levantaron, en 1890, un nuevo edificio, con influencia del modernismo en su decoración interior; templo laico para la música, la farsa y el drama que, desde entonces, ha sido eje permanente de la vida social y cultural de la ciudad”. En cambio, para tratar igualmente del Teatro en el Catálogo de la exposición ‘Cien años de pintura en Alcañiz’ utiliza este lenguaje más riguroso y con mayor abundancia de datos históricos: “En este panorama de realizaciones finiseculares destaca, en 1890, la construcción del Teatro de Alcañiz, por parte de una sociedad y en un solar municipal, bajo la dirección del ingeniero don Alejandro Mendizábal. Edificio que será desde entonces un referente cultural y ciudadano inevitable”.

La importancia que Ignacio Micolau concede a las bibliotecas y al hábito de la lectura se puede resumir en este párrafo de la página 95 de este libro: “Hoy, que los medios de comunicación de masas – forma sutil de dominación – tienden a uniformar y manipular el saber y la información, el libro, no el libro anunciado, sino el libro escogido, es todavía una esperanza para la necesaria independencia de criterio del hombre del último tercio del siglo XX”. Dígase, ahora, añado yo, lo mismo para el hombre del primer tercio del siglo XXI.

Nada más. Muchas Gracias.

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