Ramón Mur
Los incendios forestales de este caluroso verano han arrasado 12.000 hectáreas de bosque y tierras de cultivo en Aragón, algunas de ellas en nuestra propia comarca bajoaragonesa, en las cercanías de los pueblos del valle del Mezquín. Por suerte, las llamas no han llegado de lleno hasta nosotros.
En todo caso, el fuego sigue siendo una constante amenaza contra la que no es fácil combatir aunque es imprescindible incrementar todo tipo de medios efectivos para prevenir males mayores en el futuro. Por toda nuestra zona se han abierto balsas y nuevos puntos de actuación contra los incendios forestales. El esfuerzo desplegado por las instituciones en este sentido ha sido notable durante los últimos años.
El incendio de hace 15 años, que arrasó 30.000 hectáreas en el Maestrazgo turolense y castellonense, hizo que las medidas se incrementaran como nunca hasta entonces. El siniestro de aquel verano de 1994 supuso, sin duda, un antes y un después en la lucha contra los incendios forestales en las demacraciones comarcales de esta parte de Aragón.
Pero seguimos teniendo una asignatura pendiente, sin aprobar, en este aspecto. Y ella no es otra que la del cuidado de nuestros pinares que ya no puede practicarse de la misma forma que hace cien años. La mayoría de los montes plantados de pinos son, en estos pueblos, de propiedad particular o privada. Los pinares está descuidados, llenos de maleza y brozas de todo tipo. Los vecinos de los pueblos se quejan de las pobres y tardías ayudas que reciben de la Administración para limpiar el monte. Y, entre unos y otros, los pinares están tan descuidados como expuestos al fuego.
Es imprescindible, por tanto, que se actúe cuanto antes con la máxima presteza. Que las ayudas se establezcan con suficiente tiempo como para que los interesados puedan acceder a ellas. En algunos pueblos no se han acogido a ellas porque ni siquiera se habían enterado de que podían contar con apoyo económico para limpiar sus pinares. Es imprescindible que las ayudas económicas de la Administración sean de mayor cuantía puesto que los propietarios aseguran que las que existen en la actualidad resultan a todas luces insuficientes.
La mejor medicina contra el fuego es, no cabe la menor duda, la preventiva. Y en ese sentido nos encontramos todavía muy retrasados. Se hace poca limpieza y la que se practica aumenta el riesgo, en más de una ocasión, por increíble que pueda parecer. Este año se han limpiado las cunetas y el monte bajo de sus cercanías en muchas carreteras locales de nuestra zona. Pues bien, este es el momento en que a escasos metros de la carretera se pueden encontrar largas hileras de fajos de ramas secas de pino que nadie ha recogido y que constituyen un peligro de incendio forestal de incalculables consecuencias. Contra el fuego, como contra tantos nocivos elementos de la vida, hay que saber prevenir antes que lamentar el daño.
miércoles, 5 de agosto de 2009
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