José Luis Zubizarreta
(Artículo publicado en EL CORREO de Bilbao el 20 de septiembre de 2009, remitido por su autor)
No soy yo un incondicional de Zapatero. De hecho, me he preguntado en ocasiones si no me habré excedido en algunas de mis críticas. No me escandalizan, por tanto, ni me llaman siquiera la atención, las que estos días arrecian en contra de su política y de su manera personal de ejercerla. Me asombra, eso sí, la procedencia de algunas de ellas. Porque no deja de ser sorprendente que llamada la prensa amiga se haya lanzado en tromba, alineados todos sus epígonos en orden de batalla, a combatir al presidente. Cambio tan drástico obliga a buscar explicaciones. Y la única que podría dar cuenta de tan repentina virulencia sería la de que Zapatero se hubiera convertido, de la noche a la mañana, en enemigo del proyecto que promueve. La salvaguarda del proyecto sí justificaría las pullas que los amigos lanzan contra quien se proclama su promotor.
Repaso, pues, para salir de mi asombro, los acontecimientos más recientes, pero no encuentro en ellos razón que me explique tan súbita acritud. Los defectos y errores que ahora se le echan en cara a Zapatero no presentan novedad alguna, sino que se remontan, todos ellos, al día mismo en el que el personaje saltó a la palestra al ser elegido secretario general de su partido. El personalismo, la improvisación, la inconsistencia ideológica y la capacidad de embaucamiento que ahora se le achacan podían haberse detectado en aquel primer discurso con que hechizó a la audiencia congresual de los socialistas y confirmado a lo largo de la zigzagueante legislatura pasada. Sin embargo, los hechos recientes en que ahora pretende basarse la nueva actitud crítica no tienen, ni de lejos, relevancia suficiente para justificarla. Veamos.
El reciente abandono, consumado o todavía por producirse, de buen número de colaboradores del presidente puede explicarse, en la mayoría de los casos, por razones que nada tienen que ver con la súbita aparición de discrepancias ideológicas hasta ahora desconocidas. Exceptuado el caso del ex ministro Jordi Sevilla, el real o posible abandono del escaño por parte de otros antiguos ministros puede atribuirse a motivos que se habrían hecho operativos incluso sin el estímulo adicional de efectivas o presuntas desavenencias doctrinales. Tomemos, como caso antonomástico de abandono, por así decirlo, ideológico, al ex vicepresidente Pedro Solbes. Conocidas tanto su trayectoria tecnocrática como su desapego respecto de la implicación política propiamente dicha, su permanencia en el escaño habría resultado más inexplicable que su renuncia a él. Lo mismo cabe decir, y con mayor razón aún, de los otros casos que se citan de ex ministros como los de Bernat Soria, Mercedes Cabrera o César Antonio Molina, por no citar el del inclasificable Mariano Fernández Bermejo. Aun reconocida su valía en los puestos ejecutivos que ocuparon, poco aportaría, creo yo, su continuidad en la brecha parlamentaria. Por eso, quienes aplaudieron en su día su incorporación deberían ser los primeros en aplaudir ahora, en vez de criticar, su alejamiento.
También la política exterior de Zapatero ha sido traída a colación para justificar las críticas más despectivas. Por lo visto, las recientes visitas de Hugo Chávez y Evo Morales, así como las circunstancias en que concluyó el último encuentro con Silvio Berlusconi, habrían decepcionado a las bases socialistas que creyeron que la política exterior de este gobierno iba a regirse, esta vez sí, por valores éticos. No deja de ser curioso que la obligada hospitalidad ofrecida a los primeros y la cortesía mostrada con el segundo basten para contaminar al presidente de los vicios en que todos ellos habrían incurrido y echar por tierra los valores morales con que aquél dice conducirse.
Muchas son, sin duda, las razones por las que Zapatero puede y debe ser criticado. Ninguna de ellas es, sin embargo, nueva ni justifica, por tanto, el repentino tránsito de la condescendencia a la animadversión que la llamada prensa amiga ha realizado en los últimos días. A nadie debería, en consecuencia, extrañar que quienes hemos seguido, no sin asombro, el bandazo que ésta ha dado estemos todavía buscando respuesta a la pregunta que encabeza este artículo: ¿qué habrá hecho ahora Zapatero? Porque del examen de los hechos que han acontecido en los últimos tiempos no se desprende ninguna que resulte satisfactoria. Ni siquiera la de la política económica, cuya valoración se sustenta en bases científicas tan precarias que de ella debería quedar excluido todo dogmatismo.
A no ser que... Porque es -¡ay!- al siempre malpensado a-no-ser-qué a donde conduce sin remedio la falta de otras razones que expliquen cabalmente lo ocurrido. Y este obligado recurso a la sospecha es precisamente lo que resta credibilidad a la crítica que se hace y a los medios que la hacen.
José Luis Zubizarreta
Antetítulo: No hay entre las recientes iniciativas de Zapatero ninguna que explique la repentina arremetida que contra él ha emprendido la llamada prensa amiga.
sábado, 19 de septiembre de 2009
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