viernes, 12 de diciembre de 2008

El catalán de Aragón defendido en castellano

La polémica lingüística que vivimos en Aragón, sin que por el horizonte asome la Ley de Lenguas, nos está obligando a perder buenos y entrañables amigos. ¡Qué le vamos a hacer! Estamos como en la primera guerra carlista o de los siete años (1833-1840): al padre se lo llevó de asistente limpiabotas el general isabelino Agustín Nogueras, mientras el chico iba de fusilero con el carlista Ramón Cabrera.

Pero, puesto que la polémica está servida y alimentada desde todas las trincheras dialécticas, conviene dejar clara la posición de cada uno, que no es bueno ponerse la venda en los ojos. Y la mía, mi opinión ante la disputa es la que sigue:

1º En Aragón hablan catalán 80.000 aragoneses. Esto, a modo de introito.

2º De niño presencié algunas discusiones lingüísticas entre Roberto Gonzalo Bayod y mi padre. Los dos, ya fallecidos, compartían ideas y vivencias sociopolíticas muy similares . Pero Gonzalo pensaba que el chapurriau de Bellmunt no era catalán. Mi padre, que dio su firma a Bayod para que se cambiara el nombre de Belmonte de Mezquín por el actual de Belmonte de San José, pensaba, sin embargo, que en Bellmunt se hablaba catalán. Y citaba a mi abuelo, rector interino de la Universidad de Barcelona (1931-1933), quien, citando a su vez a su compañero de Instituto en Zaragoza Moneva (Juan Moneva i Pujol, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de la capital de Aragón), decía: “Está claro que científicamente lo que en Belmonte llaman chapurriau es catalán y lo que chapurrean es catalán o valenciano, variable del catalán según la Real Academia de la Lengua Española”. Yo aprendí que aquí se habla catalán y, con el paso de los años, he ido confirmando las enseñanzas que recibí de personas cultas pero que nada tenían de catalanistas sino que eran aragoneses por los cuatro costados. Cualidad de la que alardearon allí donde les tocó ejercer su profesión, como en Soria o Pamplona, mi padre, o en Oviedo, Valencia y Barcelona, mi abuelo.

3º Es evidente que la denominación chapurriau está muy interiorizada entre los vecinos de muchos de los pueblos aragoneses bilingües. Pero unos chapurreamos el catalán y otros chapurrean el castellano.

4º Quienes chapurreamos el catalán somos analfabetos en esta lengua porque nunca hemos aprendido a leer y escribir en ella. Eso les pasa hoy a muchos de los vecinos, residentes fijos, en bastantes pueblos bilingües aragoneses. Hablan a todas horas casi exclusivamente en catalán pero sólo saben leer y escribir en otro idioma que también hablan: el castellano. Es decir, son alfabetos en el idioma que menos utilizan y analfabetos en el que más practican.

5º Algunos de los que somos analfabetos en catalán, como es mi caso, defendemos que aquí hablamos catalán y lo hacemos en castellano, que es el único idioma en el que servidor sabe leer y escribir con alguna soltura. Es muy importante que así sea y así se haga. En el momento presente impera en Aragón una catalanofobia de tales dimensiones que cualquiera que escribe en catalán a favor del catalán de Aragón es tachado inmediatamente de catalanista. Pues no. Algunos escribimos con letras mayúsculas, en el único idioma en el que lo sabemos hacer, que es el castellano: EN ARAGÓN HABLAN CATALÁN 80.000 ARAGONESES, como he dejado escrito en el introito de esta declaración personal. Así que, como reza el título, yo defiendo el catalán de Aragón en castellano.

6º Algunos de los que defienden con tanto ardor anticatalanista que aquí no se habla catalán, no tienen empacho en denominar a la lengua vernácula de estos pueblos como Aragonés Oriental. Ya he reconocido más arriba que el chapurriau está muy interiorizado entre las gentes de muchos pueblos bilingües aragoneses, y mucho más ahora con la catalanofobia imperante. Pero si en cualquier lugar, villa o pueblo bilingüe de los valles del Matarraña, Mezquín y Bergantes encuentra alguien un solo lugareño que diga que habla aragonés oriental, que venga y me lo cuente. Al afortunado buscador le pago una cena donde quiera.

7º Muchos o bastantes, no todos, desde luego, de los aragoneses contrarios al catalán de Aragón, fueron promotores de infatigables campañas de castellanización de los pueblos bilingües. Llegó el Concilio Vaticano II, que admitió la lengua vernácula en la liturgia católica. Pues bien, los castellanizadores consiguieron que mientras en la parroquia de San Joan de Horta, por poner un ejemplo, la lengua vernácula era el catalán, en la de Arens de Lledó tenía que ser el castellano. He escuchado decir a muchos franquistas confesos que después de la guerra civil intentaron conseguir que en los pueblos bilingües sólo se hablara castellano. La campaña, desde luego, resultó ser desastrosa. Pero se logró que los pregones, por ejemplo, únicamente se hicieran en el idioma que menos se habla por la calle y no en el que se escucha a todas horas, algo que todavía hoy ocurre.

8º Los castellanizadores pretendieron incluso acabar con la toponimia catalana, admitida en castellano. Es como si, en la comarca del Bajo Martín, corazón del Aragón profundamente baturro, alguien decidiera que no estaba bien contar con un pueblo llamado Castelnou y pretendieran proponer al consejo de Ministros, como se hizo en el caso de Bellmunt y se logró en 1979, que se cambiara por el de Castillonuevo. Pues un despropósito semejante se llevó a cabo en algunos pueblos bilingües del Bajo Aragón. Así, comenzaron a proliferar folletos turísticos en los que el Barranc Fondo aparecía como Barranco Hondo. Por el camino emprendido, si la gente no lo hubiese rechazado de plano, hubieran terminado llamando el Valle del Cojo a la Val d’en Coixo. Pero todavía hoy se pueden leer en algún libro denominaciones toponímicas que jamás han existido como Barranco de la Luna en lugar de Barranc d’en lluna siendo así que en los mapas del Instituto Geográfico Nacional o del Ejército español toda la toponimia de los términos municipales de multitud de pueblos aragoneses, no sólo de los que hoy siguen siendo bilingües, está escrita en catalán porque es toponimia catalana. En Bellmunt hay un portal antiguo denominado desde una placa de calle como “del Portillo”, cuando el Diccionario de Madoz, escrito en el siglo XIX y en castellano, por descontado, dice textualmente que “Belmonte tiene cuatro puertas y un postigo llamado Portell”. Aunque ahora no les guste admitirlo, muchos de los contrarios al catalán de Aragón estuvieron implicados en estas campañas de castellanización de todo, incluso de la toponimia catalana admitida en castellano.

9º Todas las escrituras notariales, escritas en castellano, admiten desde hace siglos la denominación toponímica catalana. Es decir, si un vecino baja al notario de Alcañiz para vender un olivar en la partida de La Sort, a ningún notario o notaria se le ocurrirá escribir que la finca está en La Suerte. A pesar de todo, los castellanizadores, sin el menor rubor y en su afán de borrar todo lo que tuviera cierto tufillo a catalán, pretendieron cambiar incluso la toponimia secular que existe en cientos de pueblos aragoneses.

10º Discusiones y polémicas estériles al margen, lo importante es que en los pueblos bilingües aragoneses se termine con el analfabetismo catalán existente. Es decir, que en las escuelas de esos pueblos se enseñe por igual, no sólo de forma opcional y en un par de horas a la semana, los dos idiomas que se hablan. Para que este objetivo se cumpla es imprescindible que Aragón deje de ser la única comunidad autónoma plurilingüe que todavía no tiene Ley de Lenguas. Y se han cumplido ya 30 años de la Constitución y 25 del primer Estatuto de Autonomía de Aragón. ¡Ah!, y por supuesto, que la gramática catalana de Aragón sea apropiada a las variables aragonesas. Pero que se enseñe. Lo que no vale es la excusa de que como lo que se enseña es catalán de Cataluña, hay que suprimir las clases y no sustituirlas por las del catalán de Aragón, que es catalán pero de Aragón. Si persiste el analfabetismo catalán, en pocos años este idioma desaparecerá de los pueblos en los que se habla. Rechazo de plano el argumento de quien dice que se mantendrá al menos como lengua hablada. Eso ocurría en el pasado. Hoy el idioma que, además de ser hablado, no se lee y escribe, termina por morir.

11º En resumen, pasaría incluso por admitir que al catalán lo llamaran de forma indebida. Pero considero inadmisible que en estos tiempos en cualquier pueblo, por pequeño que sea, el analfabestimo de sus vecinos en el idioma que más hablan a diario sea del cien por cien. Que una persona hable dos idiomas y no le esté permitido aprender a leer y escribir en los dos, es un desatino. O una auténtica locura social.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi más sincera enhorabuena por este artículo!!