El Estatuto es una ley básica de una autonomía, aprobada por el parlamento de cada comunidad autónoma que luego es remitida a las Cortes Generales para que en ellas sea aprobada con rango de Ley Orgánica del Estado.
No es función de un Estatuto descender a los detalles de cada materia que luego habrán de ser tratadas en leyes específicas de la comunidad autónoma. El Estatuto de Aragón aprobado por nuestras Cortes no aborda un tratamiento concreto de la lengua catalana en Aragón porque no es su función. Lo será de la futura Ley de Lenguas, prevista en el artículo séptimo del Estatuto de 1982 así como del nuevo, de 2007. Esa Ley establecerá las normas por las que han de regirse las diversas lenguas que se hablan en nuestra comunidad autónoma. A muchos nos hubiera gustado que en este artículo séptimo se especificara cuáles son las lenguas que se hablan en Aragón. No pudieron determinarse, por desgracia, los nombres de los idiomas de Aragón por las divergencias existentes en este punto entre los partidos políticos con representación en Cortes. Pero el nuevo artículo del actual texto estatutario es más explícito que el anterior y deja la puerta abierta para que, por fin, se apruebe en y para Aragón una Ley de Lenguas tan necesaria como reclamada por muchos aragoneses desde hace ya demasiados años.
En la futura Ley de Lenguas sí que tendrán que enumerarse las lenguas que se hablan en Aragón que son, a saber: el castellano, el aragonés y el catalán. Quienes de este tercer idioma no quieren oír ni su simple mención, retrasan cuanto pueden la tramitación de la ley de lenguas porque saben que en un texto legal no se puede señalar que “las tres lenguas de Aragón son el castellano, el aragonés y el chapurriau”. Un texto legal que estableciera semejante principio daría la vuelta al mundo y sería el hazmerreír de la aldea global en que vivimos. Y, claro, otra denominación posible no existe. Porque la de chapurriau, por más disparate científico que es, al menos está muy aceptada en determinadas capas rurales de la sociedad aragonesa catalano-hablante. La de Aragonés Oriental, en cambio, es una invención que no se ha utilizado jamás y que sería rechazada de plano por la mayoría de quienes dicen hablar chapurriau.
La situación en nuestros pueblos bilingües
La situación actual del catalán en nuestros pueblos bilingües, nos guste o no, es de marginación social incluso en su denominación. En muchos de nuestros pueblos, a la que es la primera lengua vernácula del lugar se la denomina como un CHAPURREADO de no se sabe qué idioma, que en el lenguaje coloquial es llamado CHAPURRIAU. El catalán no se admite ni siquiera como denominación. Puede ser por ignorancia, incultura, miedos fundados o infundados a una politización del problema o por todos los motivos que se quiera enumerar. Pero, por desgracia, la situación es ésta, nos guste o no.
Se podrá decir que a estas alturas del siglo XXI este comportamiento social es difícilmente entendible y hasta resulta inadmisible. Es posible. Pero conviene recordar que en otras cuestiones sociopolíticas como la conservación del patrimonio histórico, artístico y cultural, en el cuidado del medio natural o Medio Ambiente, costó mucho evolucionar hasta la situación actual de conciencia social compartida en todas estas cuestiones. La diversidad lingüística en Aragón no es considerada una riqueza cultural, por mucho que así lo proclame el Estatuto, sino una CUESTIÓN MENOR que afecta a no muchos más de 80.000 aragoneses. Una cifra nada despreciable pero insuficiente a todas luces para que los partidos políticos reclutadores de votos la tengan en cuenta. Allí donde más aragoneses viven, donde más votantes existen, se desdeña el artículo séptimo del Estatuto de Autonomía que asegura que “las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón constituyen una de las manifestaciones más destacadas del patrimonio histórico y cultural aragonés y un valor social de respeto, convivencia y entendimiento”.
Esta es la realidad política en cuanto a la situación lingüística de Aragón, por más que a más de uno le moleste: que sistemáticamente se incumple el Estatuto de Autonomía.
La conciencia social del problema lingüístico
Enlazando con lo anterior, hay que decir que es de la máxima urgencia conseguir un cambio en la conciencia social de los pueblos bilingües sobre esta cuestión que les afecta directamente. La sociedad arrastra siempre a las instituciones políticas como se vio en Aragón en cuestiones tan importantes como los trasvases. Si los pueblos bilingües reclaman un tratamiento igual del castellano y del catalán, lo conseguirán más pronto que tarde. Si, por el contrario, no tienen conciencia real de la situación de clara e injusta desventaja en que se encuentra el catalán con relación al castellano allí donde se hablan los dos, el problema perdurará y tardará en resolverse más de lo que deseamos.
La cuestión es si los políticos deben atender y tener en cuenta esta situación social existente en nuestros propios pueblos bilingües. Lo peor de todo es que en Aragón unos políticos prestan atención al problema lingüístico sólo con el deliberado intento de sumar votos en elecciones y dicen respetar el criterio de los vecinos de los pueblos cuando, en realidad, con el mayor descaro se amparan en un claro desconocimiento social. Otros políticos, en cambio, que intentan remover la conciencia social en este asunto, son vistos como intrusos que pretenden crear problemas donde no los hay. Sea de una forma o de otra, las instituciones políticas tardan ya más de lo admisible en cumplir el mandato estatutario. Las instituciones deberían ir por delante de la sociedad en esta cuestión y estar preparadas para atender las reclamaciones de los ciudadanos sobre las lenguas que hablan el día que su conciencia colectiva del problema sea distinta a la que es hoy. Y para que eso sea así todos debemos contribuir con nuestro esfuerzo, como lo vienen haciendo desde hace años organizaciones del estilo de la Asociación Cultural del Matarraña (ASCUMA). Esta asociación, con sede en Calaceite y de la que soy socio con el máximo orgullo, es tachada de catalanista injustamente. Ascuma es “catalanizadora” como catalanizadores somos todos los que defendemos que “científicamente” es claro como la luz del día que lo que llaman chapurreau en tantos pueblos bilingües es catalán. De Aragón, pero catalán.
Un punto vital: la alfabetización
Como conclusión de todo lo expuesto hasta ahora, y tal como resalté en mi artículo del pasado 12 de diciembre, hay que decir que la lengua no es una riqueza patrimonial que hay que mantener y conservar en el mejor estado posible. La lengua es uno de los órganos vitales de la sociedad. Si un cuerpo pierde uno de sus órganos vitales, ya sabemos qué sucede.
Y para que la lengua viva no sólo hay que conservarla sino desarrollarla. Y para desarrollarla en estos tiempos, no sólo hay que hablarla sino saber leer y escribir en ella. Esto es justamente lo contrario de lo que hoy sucede en muchos pueblos bilingües de nuestras comarcas del Bajo Aragón: sus vecinos hablan dos lenguas, son alfabetos en una, el castellano, y analfabetos en la otra, el catalán, que es la primera que escucharon y hablaron al venir a este mundo. Por eso una se desarrolla mientras la otra se está muriendo.
La Ley de lenguas de Aragón, emanada de nuestro Estatuto de Autonomía, tiene que dictaminar la forma de enseñar en nuestros pueblos catalano-hablantes el catalán de Aragón, con todos sus matices y variantes, con sus influencias del aragonés y sus castellanismos y arcaicismos. Se puede hacer perfectamente, como lo demuestran no pocas publicaciones de expertos en la materia. Pero los anticatalanizadores quieren suprimir las clases de catalán porque dicen que se enseña en Aragón catalán de Cataluña y no las quieren sustituir por la enseñanza de nuestro catalán aragonés impartida por maestros aragoneses educados en Aragón. Ese es el vacío que tiene que llenar la Ley de lenguas. Y, por supuesto, que no se trata de imponer aquí la anseñanza del catalán normalizado en Cataluña. Pero todos los pueblos bilingües de Aragón tienen una característica común: que su catalán están influenciado, de muy variadas formas, por el aragonés y el castellano. Para todos se pueden establecer unas normas flexibles de enseñanza adaptables a cada circunstancia. Sólo falta voluntad política de hacerlo.
Desde hace 15 años por lo menos, en algunos pueblos del Matarranya y en otros del Bajo Aragón el catalán se enseña en los centros de primaria como asignatura optativa. Si ni siquiera ocurre esto en otros pueblos bilingües del Mezquín y del Bergantes es porque los padres de alumnos no lo quieren. Es como si en estos pueblos se dijera que con saber leer y escribir en castellano, ya les basta y que no desean que sus hijos sepan también leer y escribir, ser alfabetos, en el otro idioma de su pueblo, el primero que oyeron y hablaron. En todo caso, a estos padres “desmotivados” convendría recordarles que el Estatuto de Autonomía de la comunidad autónoma en la que nacieron y viven determina que habrá de regularse por Ley “la protección, recuperación, ENSEÑANZA, promoción y difusión del patrimonio lingüístico de Aragón”. Una ley que esperamos con bastante desesperanza pero que verá la luz sólo con que nuestros políticos, todos, cumplan de una vez el Estatuto de Autonomía de Aragón cuya reforma aprobaron el año pasado entre las cinco fuerzas políticas representadas en las Cortes, sin ningún voto en contra y con la sola abstención de CHA.
jueves, 18 de diciembre de 2008
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