Esquiadoras en los Pirineos aragoneses.
Ramón Mur
Con el sofoco que llevamos encima quienes defendemos que también en Aragón se habla catalán porque nos llaman, lisa y llanamente, ‘catalanistas’, sólo nos faltaba que el Hereu alcalde de Barcelona saliera ahora con que quiere llevarse la sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2022 a la playa de la Barceloneta, a pie de mar. ¡Toma, tomate!
No nos devuelven los bienes sagrados de las parroquias de Barbastro-Monzón; manejan a su antojo el Archivo de la Antigua Corona de Aragón; se llevan agua del Ebro a cuatro poblaciones bajo cuatro tímidas condiciones puestas por el Gobierno Iglesias-Biel; nos imponen el catalán que, según aseguran políticos aragoneses afligidos y licenciadillos en filología autoinvestidos como ‘expertos filólogos’, pronto se implantará en Zaragoza; y ahora nos quieren arrebatar los Juegos de Invierno de Zaragoza-Jaca-Pirineos. A este paso, pronto se presentarán a las puertas de Zaragoza las hordas catalano-cenestistas con un nuevo Durruti al frente.
Estos estúpidos enfrentamientos entre Aragón y Cataluña son el espejo del decreciente espíritu autonómico que se detecta, desde hace unos años, en la sociedad española. Las autonomías están a la greña para contento de los controladores centralistas de Madrid. Porque defiendo que el catalán, como lo ha confirmado la ley de lenguas aprobada el pasado 17 de diciembre, es una de las tres lenguas que se hablan en Aragón, me llaman catalanista. Es como si me tacharan de ‘culé’ por reconocer que el Barça juega muy bien al fútbol. Sólo coincido con el alcalde Belloch quien, en el prólogo del libro de Mario Sasot ‘Cobles d’anar i tornar’, afirma del catalán que es “el segon idioma més parlat a l’Aragó”. Ya ven, queridos paristas y facaoistas todos, el alcalde de Zaragoza, a pesar de ser tan feroz catalanista según ustedes, tiene un cabreo dentro de sí que no se lo pesa por el anuncio del alcalde Hereu de que va a competir con la candidatura de Zaragoza-Jaca-Pirineos. Qué paradoja, ¿verdad?
Vean, vean, cuánta paradoja y contradicción. Los ‘aragonesos’ que hablamos catalán no somos catalanes y estamos rabiosos porque nuestro Gobierno de Aragón haya iniciado el trasvase de las aguas del Ebro hacia Catalunya. Luego seguirá hacia Levante, no se apuren. Tanto manifestarnos contra el trasvase, para que ahora nos lo empiecen a ejecutar en pequeñas ‘diócesis’, según la teoría del jesuita P. Rodriguez: “para no empachar la mente con tanta doctrina, hay que alimentarla como a las gallinas, poco apoco, en pequeñas diócesis”. A “poquetet”, como dicen, decimos, los ‘aragonesos’ que hablamos catalán. Pues así nos van a ir ejecutando el trasvase del Ebro que todos los aragoneses -y los que hablamos catalán, los primeros- hemos rechazado en tantas ocasiones. Otro triunfo de los controladores centralistas, sean del PP o del PSOE.
Uno, con toda la ingenuidad del mundo, -¡qué le vamos a hacer!- piensa y escribe aquí que mejor sería que los Juegos de Invierno 2022 fueran de los Pirineos Aragoneses-Navarros-Catalanes, comandados por Aragón, sí, que para eso fue la primera comunidad autónoma en presentar la candidatura para Jaca-Zaragoza. Pero no. Todos queremos llevarnos el protagonismo a nuestro pueblo, a nuestra casa. Todo menos ponernos de acuerdo. Lo importante, lo que nos da regusto, es pelearnos con los vecinos. Y a ellos, igual. Les encanta emplear todo su legendario ‘senny’ para sacarnos de nuestras casillas un día sí y otro también.
Nos matamos entre los periféricos sin querer entender que el auténtico enemigo de una autonomía no es otra autonomía, vecina o lejana, sino el CENTRALISMO. Da igual que los controladores centralistas estén en Madrid, Bruselas o Estambul. Si tenemos un Estado Autonómico, establecido por Constitución, hay que vivirlo, sentirlo y defenderlo entre todos. Pero, de verdad. No nos quejemos de que el centralismo incumple y no respeta nuestros estatutos de autonomía, si entre nosotros, los españoles autonómicos, nos peleamos por cualquier minucia de la que enseguida hacemos una montaña. En el caso que nos ocupa, mejor que enfrentarnos a bolazos por los juegos olímpicos de la nieve sería que nos pusiéramos de acuerdo para organizarlos entre todos, aunque con Aragón al frente, que para algo es el centro de los Pirineos. Y no porque ahora Barcelona haya querido imitar a Zaragoza, no porque lo haya propuesto el Hereu. Aunque el alcalde condal no se merece más que repulsa en este caso, mejor sería colaborar que competir. A no ser que aragoneses y catalanes queramos, una vez más, subir a los Pirineos y matarnos a bolazos. Que también la nieve mata.
viernes, 15 de enero de 2010
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