martes, 12 de enero de 2010

Benditas almas...





Alcañiz bajo la nieve.











Ramón Mur

Benditas almas del purgatorio alcañizano sepultadas durante días bajo la nieve. Benditas almas sumisas, pacientes y resignadas ante la entrada del Hospital y circulando por la calle Mayor a riesgo de rotura de cadera. Benditas almas con la nieve por las calles y las carreteras circundantes días y días después de la nevada.

Benditas almas del purgatorio alcañizano con la brigada municipal de 88 efectivos trabajando diez horas diarias. Total, ¿para qué? Para que el furgón mortuorio patinara de lado a lado camino del cementerio. Para que arrojaran sal tarde y sin quitar la nieve de las calles. Toda la culpa la tiene el Ayuntamiento. Y, mientras, la página informativa de la DGA sobre el estado de las carreteras permanentemente ‘actualizada’ a fecha de 8 de enero del recién nacido 2010. Si nieva como si no, la culpa es del Ayuntamiento. Año de nieves, año de bienes. De bienes electorales para la oposición del PP, impaciente por retornar al gobierno de la ciudad.

Benditas las almas que se creyeron lo de la supuesta batalla campal de la cena de Navidad de los funcionarios del Ayuntamiento con sus concejales. Fue una ocasión que ni pintada para volver a desprestigiar al consistorio. Pero los partidos, todos salvo el PP, reaccionaron al unísono contra la burda manipulación informativa que pretendía insuflar ánimos a las derechas contra el Ayuntamiento gobernado, otra vez, por las hordas rojas. Claro, que todo en esta vida tiene un apaño, un arreglito. Y para reconducir la situación, el Polanco local y el concejal-senador rojo se reunieron a la vista del público en la 'capilla vicentina'.

Benditas almas del purgatorio alcañizano. Benditas las monjas del asilo bien aprovisionadas, ellas sí, de palés repletos de sal. Y benditos los ganaderos que caminaron media hora bajo dunas de nieve de dos metros de altura para repartir alfalfa entre los corderos de las parideras. Y los agricultores que cedieron sus sembradoras para sembrar sal por las calles nevadas.

Benditas almas alcañizanas que ni al Santuario de Motorland, la nueva basílica, el nuevo Pueyos de la velocidad y del motor, han podido llegar estos días con la debida comodidad. Entre otras razones, porque la carretera provincial, diputacional, ‘arrufataria’, de Valmuel y Puigmoreno se parecía más a una pista nevada de acceso a la cima de ‘La Collarada’ que a una carretera.

Benditas, ¡ah!, las almas resignadas, sumisas, pacientes de los alcañizanos que no lograron, como sí lo consiguió Caspe, emanciparse de la recién creada provincia de Teruel allá por 1833. Y benditas las almas que vieron llegar el ferrocarril en 1895, gracias al esfuerzo de Nicolás Sancho o Santiago Comtel. Total, ¿para qué? Para que el camino de hierro se cerrara 78 años después. Benditas las almas de los alcañizanos que contemplaron su ciudad convertida en el Guernica de Aragón hasta que José María Maldonado escribió, ya en el naciente siglo XXI, ‘El bombardeo olvidado de 1938’. Y benditos los alcañizanos a los que el cielo bombardeó, con granizo pero sin bombas de aviación, los tejados de sus casas en la tormenta de agosto de 2003. Y también benditos sean los alcañizanos que llevan 30 años esperando que se abra la carretera variante o de circunvalación, después de que se construyera la de Castelserás y poco, muy poco antes, de que se construyan las también necesarias de Alcorisa y Calanda. Alcañiz tiene dos puentes sobre el Guadalope, el viejo y el nuevo, construido por Alejandro Mendizábal a finales del siglo XIX. Durante cien años ningún otro puente se construyó. Al que ahora se levanta con la variante sobre el río y la carretera de Castelserás se le deberá llamar el puente del siglo XXI. Porque nuevo, puente nuevo, será siempre el de Mendizábal. ¡Ay, benditos y resignados alcañizanos!

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