sábado, 5 de diciembre de 2009

El honor más grande de Jordi Solé Tura

Jordi Solé Tura.
Gregorio Peces Barba.








Ramón Mur

Para Jordí Solé Tura, "el honor más grande de su vida" fue haber formado parte del grupo de siete redactores que tuvo la Constitución Española de 1978, aprobada en referéndum hace hoy, 6 diciembre, justamente 31 años. Tan grande orgullo y honor del que también fuera diputado del PSUC y ministro de Cultura en uno de los gobiernos de Felipe González, fue recordado el viernes en el hemiciclo del Congreso de los Diputados.

Quienes asistimos con asiduidad a los cursos anuales del Instituto de Estudios Humanísticos (IEH) de Alcañiz tuvimos también el gran honor de rememorar, en el seminario de 2008, la vida de Jordi Solé Tura en el decumental rodado por su hijo, Albert, y titulado "Bucarest, la memoria perdida". El filme, que ganó un Goya, hace referencia a la etapa joven de Solé Tura exiliado en Rumanía y a sus recuerdos olvidados a la fuerza por su enfermedad de alzhéimer.

En estos días que vivimos, políticos como Solé Tura nos ayudan a no perder la fe y la esperanza en el ejercicio de la política. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, otro de los "padres" de la Carta Magna en representación de la Unión de Centro de Democrático (UCD) recordaba ayer en su despedida a Solé Tura en EL PAIS cómo son posibles el diálogo, la negociación, la buena educación, la cordialidad y hasta la familiaridad entre políticos de ideologías contrapuestas. Al menos, fueron posibles hace 31 años y por eso se consiguió alcanzar un acuerdo entre los partidos políticos para ofrecer al pueblo español un texto constitucional que pudiera ser refrendado en las Cortes y en la calle.

No caigamos en comparaciones desalentadoras entre el quehacer político de los primeros años de nuestra democracia y el actual. Pero es justo recordar con toda admiración a políticos como Jordi Solé Tura, del que cualquier español se puede sentir orgulloso por haber sido contemporáneo suyo.

El viernes, a media mañana, me llegó, por aviso telefónico y personal, la noticia de la muerte de Jordi Solé Tura. Inmediatamente acudí a a la edición digital de un conocido periódico diario y allí estaba la información necrológica con una fotografía de ¡GREGORIO PECES BARBA!, compañero de Solé Tura en la ponencia redactora de la Constitución. También de inmediato llamé a la redacción del rotativo autor del error y a los pocos minutos la imagen de Jordí Solé Tura había sustituído a la del ex presidente socialista del Congreso. Sólo al primero le había llegado la hora del adiós definitivo. El error informativo se subsanó al instante, esta vez. Menos mal.

De Solé Tura recuerdo un artículo en EL PAÍS en el que aseguraba que uno de los males de la historia contemporánea de España es que en nuestro país apenas habían existido auténticos liberales de pensamiento y convencimiento. No le faltaba nada de razón. En el siglo XIX hubo hasta tres guerras civiles en las que se enfrentaron carlistas y liberales, pero de éstos había pocos entre los partidarios de la dinastía considerada como legítima. Y entre los otros, los tradicionalistas, no había liberal alguno, desde luego. Pero lo curioso es que también escaseaban personas de talante aperturista en el mismo bando llamado nada menos que liberal.

De todas formas, y por fortuna, a pesar de sus escasos ejemplos de personalidades con espíritu liberal, España tuvo la suerte de contar con personas cultas, tolerantes, libres y liberales de verdad, como Jordi Solé Tura. Hasta siempre.

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