domingo, 27 de diciembre de 2009

Schillebeeckx


Edward Schillebeeckx.













Ramón Mur

Para quienes vivimos nuestra primera juventud en un Seminario, Edward Schillebeeckx, el dominico belga-holandés que dijo aquello de “soy un teólogo feliz”, era tan famoso como cualquier premio Nobel, como Einstein o Juan Ramón Jiménez, y no menos popular que Kubala, Luisito Suárez, Di Stéfano, Puskas y Gento. Nuestro mundo giraba en torno a la que imaginábamos como nueva Iglesia Católica surgida del Concilio Vaticano II y los humanos se dividían no en progresistas y conservadores o de derechas y de izquierdas, sino en hombres y mujeres que eran avanzados o retrógrados.

Quienes nos incluimos voluntariamente entre los avanzados, admirábamos a aquellos teólogos, auténticos científicos de la religiosidad, entre los que destacaba Edward Schillebeeckx, asesor del Concilio e influyente en el episcopado holandés, capitaneado por el cardenal Bernard Alfrink, arzobispo de Utrecht. De Schillebeeckx y de aquellos años recuerdo su libro ‘Cristo, sacramento del encuentro con Dios’ y su famosa frase, reproducida ayer por Juan José Tamayo en su necrológica de EL PAÍS: “Fuera del mundo no hay salvación, que contrasta con al aforismo excluyente Fuera de la Iglesia no hay salvación”. De Schillebeeckx recordamos todos, los entonces todavía católicos, los avanzados de la época, la revista Concilium de la que fue cofundador, editada en ocho idiomas, entre ellos el castellano, y que sigue siendo una auténtica revista científica del pensamiento religioso y también del simplemente humano, digna de ser consultada para cualquier mente inquieta, con ansias de saber más de lo que sabe. En 1972 tuve ocasión de visitar Nimega, en cuya Universidad desplegó Schillebeeck toda su sabiduría a lo largo de su larga vida. Estuve en la Facultad de Teología y me hablaron mucho de él, aunque no tuve ocasión de conocerle, algo que para mí habría supuesto, por aquel entonces, una dicha inenarrable.

Schillebeeckx murió en Nimega la noche del 23 al 24 de diciembre de este terminal 2009, a los 95 años de edad. He buscado una de aquellas fotografías del teólogo holandés fumando tabaco en pipa, pero no ha sido posible dar con ninguna de ellas. Esta Iglesia inquisitorial, dirigida por mandatarios retrógrados a más no poder, ha olvidado la muerte de Edward Schillebecks. Sin embargo, los periódicos españoles han publicado una nota necrológica, como la mencionada de Tamayo y aquí, en Heraldo de Aragón, es de agradecer la sentida despedida que le ha dedicado Juan Antonio Gracia.

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